¿Crucificaré a vuestro rey? Según la mayoría de los comentaristas, Pilato dijo esto burlándose de ellos; pero es más agradable para su comportamiento general en este asunto suponer que lo habló con el fin de conmover al pueblo, quien, él sabía, había tenido una vez a Jesús en gran estima como el Mesías: porque se nos dice, en el Versículo 12, que trató de liberarlo.

Los principales sacerdotes le respondieron: No tenemos más rey que el César; en cuya respuesta renunciaron públicamente a su esperanza en el Mesías, que toda la economía de su religión había sido calculada para apreciar. Asimismo, reconocieron públicamente su sujeción a los romanos y, al hacerlo, se condenaron a sí mismos cuando luego se rebelaron.

La falta de voluntad que el gobernador mostró todo el tiempo para dictar la sentencia de muerte sobre Jesús, tiene algo muy notable en ello; porque, por el carácter que tiene en la historia romana, parece haber estado lejos de poseer un verdadero principio de virtud. ¿A qué se debía entonces que un hombre tan malvado se adhiriera tan firmemente a la causa de la inocencia, que defendió con una valentía poco común, hasta que las amenazas de los grandes lo vencieron? Y cuando se rindió, quitando a nuestro Señor su vida, ¿cómo llegó a dejarle su inocencia? Ciertamente, esto no puede atribuirse a otra causa que la poderosa dirección secreta de la providencia de Dios, quien pretendía que, al mismo tiempo, su Hijo fuera condenado y ejecutado como malhechor, su inocencia se hiciera aparecer de la manera más de manera pública, y por las pruebas más auténticas; incluso por el testimonio de sus jueces, Herodes y Pilato; el último de los cuales frecuentemente lo declaró inocente en el curso de su juicio.

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