Verso Juan 3:16. Porque tanto amó Dios al mundo...  

No se puede describir un amor como el que indujo a Dios a dar a su hijo unigénito para que muriera por el mundo: Jesucristo no lo intenta. Ha puesto una eternidad de significado en la partícula ουτω, así, y ha dejado un tema para la contemplación eterna, la maravilla y la alabanza, a los ángeles y a los hombres. El mismo evangelista utiliza un modo de expresión similar, 1 Juan 3:1:He aquí QUÉ MANERA de amor, ποταπην αγαπην, nos ha concedido el Padre.

A partir del tema que tiene ante sí, que el lector atienda a los siguientes detalles.

Primero, que el mundo se encontraba en un estado ruinoso y condenado, a punto de perecer eternamente; y estaba completamente sin poder para rescatarse de la destrucción.

Segundo, que Dios, por el impulso de su amor eterno, proveyó a su rescate y salvación, dando a su Hijo para que muriera por él.

En tercer lugar, que el sacrificio de Jesús era el único medio por el cual podía efectuarse la redención del hombre, y que es absolutamente suficiente para cumplir este bondadoso designio: porque habría sido inconsistente con la sabiduría de Dios, haber designado un sacrificio mayor en sí mismo, o menor en su mérito, que lo que las necesidades urgentes del caso requerían.

En cuarto lugar, que el pecado debe ser un mal indescriptible, cuando requirió no menos sacrificio, para hacer expiación por él, que Dios manifestado en la carne.

Quinto, que ningún hombre se salva por medio de este sacrificio, sino el que cree, es decir, el que da crédito a lo que Dios ha dicho acerca de Cristo, de su sacrificio, del fin por el que fue ofrecido y de la forma en que ha de aplicarse para que sea eficaz.

Sexto, que los que creen reciben un doble beneficio:

1. Están exentos de la perdición eterna, para que no perezcan.

2. Son llevados a la gloria eterna, para que tengan vida eterna. Estos dos beneficios señalan tácitamente el estado del hombre: es culpable, y por lo tanto está expuesto al castigo; es impuro, y por lo tanto no es apto para la gloria.

Señalan también las dos grandes operaciones de la gracia, por las que se efectúa la salvación del hombre.

1. La justificación, por la que se elimina la culpa del pecado y, en consecuencia, la persona deja de ser deudora de la perdición.

2. La santificación, o la purificación de su naturaleza, por la que se le capacita adecuadamente para el reino de la gloria.

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