(10) A quien Dios ha establecido [para ser] una propiciación mediante la fe en su (x) sangre, para declarar su justicia para la remisión de los pecados que (y) son pasados, mediante la (z) paciencia de Dios;

(10) Dios, pues, es el autor de esa justificación gratuita, porque le agradó; y Cristo es el que sufrió el castigo por nuestros pecados, y en quien tenemos remisión de ellos; y el medio por el cual aprehendemos a Cristo es la fe. En resumen, el resultado es la manifestación de la bondad de Dios, para que por este medio parezca que él es en verdad misericordioso y fiel en sus promesas, como el que gratuitamente, y sólo por gracia, justifica a los creyentes.

(x) El nombre de la sangre nos recuerda el símbolo de los sacrificios antiguos, y que la verdad y la sustancia de estos sacrificios está en Cristo.

(y) De aquellos pecados que cometimos cuando éramos sus enemigos.

(z) A través de su paciencia y su naturaleza perdurable.

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