(25) Como también dijo en Oseas: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo; y su amado, que no fue amado.

(25) Nuestra vocación o llamamiento es gratuita y de gracia, como lo es nuestra predestinación; por lo tanto, no hay razón para que nuestra propia indignidad o la indignidad de nuestros antepasados ​​nos haga pensar que no somos los elegidos y elegidos de Dios, si somos llamados por él, y así abrazar por la fe la salvación que se nos ofrece.

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