(7) He aquí que viene con las nubes; y todo ojo le verá, y también los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Aun así, amén.

Cuán hermosamente el Apóstol rompe en este versículo, de lo que había estado diciendo antes, para honrar y glorificar al Hijo de Dios. De hecho, todavía está en el mismo tema; porque todo su corazón parecía arder por lo que había estado meditando, acerca del amor de Cristo, en la redención de su pueblo. Pero en este versículo, estalla en un devoto arrebato de santo gozo, como si contemplara a Cristo apareciendo inmediatamente a su vista.

Conecta el bendito tema de lavar a su pueblo con su sangre, como ahora viniendo en las nubes, para recibirlos para él; y, abrumado por la contemplación, grita: ¡He aquí que viene! ¡Lector! reflexiona bien sobre las diversas cosas importantes de este bendito versículo. Primero, la certeza de la venida de Cristo. Así que los Ángeles, que asistieron a la ascensión de Cristo, aseguraron a la Iglesia la certeza de su descenso, Hechos 1:11 .

En segundo lugar, el objeto de su venida. Para juzgar al mundo con justicia y ministrar juicio al pueblo, Salmo 9:8 . En tercer lugar. Los diferentes efectos producidos por su venida; todo ojo le verá, también los que le traspasaron, y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él; es decir, el horror eterno vendrá sobre todos sus enemigos, todos los que desprecian a Cristo; toda esta descripción, en todas las familias donde se encuentren; estarán temblorosamente vivos, en la angustia de sus almas, en su aparición.

Pero su pueblo gritará con santa alegría cuando se acerque, y aun así pondrá su corazón, amén, en la confirmación de ello. Lector, ¿qué dice tu corazón a estas cosas? Si puedes recibir a Jesús, acércate ahora en ordenanzas; si su Persona, sangre y justicia les son queridos ahora, seguramente su venida lo será entonces. ¡Si Jesús dice que vengo pronto! ¿Puedes responder, aun así, ven Señor Jesús? Seguramente nuestro conocimiento y amor de Jesús aquí, son dulces testimonios de nuestro deleite en él, tanto aquí como en el más allá.

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