Y cuando se hizo de día, los magistrados enviaron sargentos, diciendo: Dejen ir a esos hombres. (36) Y el encargado de la cárcel dio estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado para que te suelten; ahora, pues, vete y vete en paz. (37) Pero Pablo les dijo: Nos han golpeado abiertamente sin condenar, siendo romanos, y nos han echado en la cárcel; y ahora nos echan en secreto? no, en verdad; pero que vengan ellos mismos y nos saquen.

(38) Y los sargentos dijeron estas palabras a los magistrados; y tuvieron miedo cuando oyeron que eran romanos. (39) Ellos vinieron y les rogaron, y los sacaron, y les pidieron que salieran de la ciudad. (40) Salieron de la cárcel y entraron en casa de Lidia; y cuando vieron a los hermanos, los consolaron y se fueron.

Es más que probable que el informe del terremoto hubiera llegado a oídos de los magistrados. De hecho, es difícil suponer que no sea posible. Pero ni el terremoto, ni la relación hecha con el cambio que se produjo en el carcelero, pudo afectar a los magistrados. ¡Oh! ¡Cuán clara, clara y plenamente predican todas las circunstancias de la vida la doctrina de la gracia distintiva!

¡Lector! es una gran bendición rastrear la mano del Señor en todos los nombramientos del Señor; y, como Pablo y Silas, vigile la dirección del Señor, tanto para mudanzas como para moradas, dondequiera que su providencia lo indique.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad