• Romanos 11:16

    Si la primicia es santa, también lo es toda la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.

  • Romanos 11:17

    Y si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas y has sido hecho copartícipe de la raíz — es decir, de la abundante savia del olivo —

  • Romanos 11:18

    no te jactes contra las demás ramas. Pero aunque te jactes en contra de ellas, no eres tú quien sustentas a la raíz sino la raíz a ti.

  • Romanos 11:19

    Entonces dirás: “Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado”.

  • Romanos 11:20

    Está bien; por su incredulidad fueron desgajadas. Pero tú por tu fe estás firme. No te ensoberbezcas sino teme;

  • Romanos 11:21

    porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.

  • Romanos 11:22

    Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con los que cayeron; pero la bondad para contigo, si permaneces en su bondad. De otra manera, tú también serás cortado.

  • Romanos 11:23

    Y ellos también, si no permanecen en incredulidad, serán injertados; porque Dios es poderoso para injertarlos de nuevo.

  • Romanos 11:24

    Pues si tú fuiste cortado del olivo silvestre y, contra la naturaleza, fuiste injertado en el buen olivo, ¡cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo!

  • Romanos 11:25

    Hermanos, para que no sean sabios en su propio parecer no quiero que ignoren este misterio: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles.

  • Romanos 11:26

    Y así todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el libertador; quitará de Jacob la impiedad,

  • Romanos 11:27

    Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.

  • Romanos 11:28

    Así que, en cuanto al evangelio son enemigos por causa de ustedes, pero en cuanto a la elección son amados por causa de los padres;

  • Romanos 11:29

    porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.

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