Cantares de los Cantares 2:1-17

1 Yo soy la rosa de Sarón y el lirio de los valles.

2 Como un lirio entre los cardos es mi amada entre las jóvenes.

3 Como un manzano entre los árboles del bosque es mi amado entre los jóvenes. Me agrada sentarme bajo su sombra; su fruto es dulce a mi paladar.

4 Él me lleva a la sala del banquete, y su bandera sobre mí es el amor.

5 ¡Oh, agasájenme con pasas, refrésquenme con manzanas, porque estoy enferma de amor!

6 Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza y su derecho me abraza.

7 ¡Júrenme, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y por las gacelas del campo, que no despertarán ni provocarán el amor hasta que quiera!

8 ¡La voz de mi amado! Él viene saltando sobre los montes, brincando sobre las colinas.

9 Mi amado es como un venado o un cervatillo. ¡Miren! Está detrás de nuestra cerca mirando por las ventanas, atisbando por las celosías.

10 Mi amado habló y me dijo: “¡Levántate, oh amada mía! ¡Oh hermosa mía, sal!

11 Ya ha pasado el invierno, la estación de la lluvia se ha ido.

12 Han brotado las flores en la tierra. El tiempo de la canción ha llegado, y de nuevo se escucha la tórtola en nuestra tierra.

13 La higuera ha echado higos y despiden fragancia las vides en flor. ¡Levántate, oh amada mía! ¡Oh hermosa mía, ven!”.

14 Palomita mía que te escondes en las hendijas de la peña y en los sitios secretos de las terrazas: Déjame ver tu figura; hazme oír tu voz. Porque dulce es tu voz y preciosa tu figura.

15 Atrápennos las zorras, las zorras pequeñas que echan a perder las viñas, pues nuestras viñas están en flor.

16 ¡Mi amado es mío, y yo soy suya! Él apacienta entre los lirios

17 hasta que raye el alba y huyan las sombras. ¡Vuelve, oh amado mío! Sé semejante al venado o al cervatillo sobre los montes de las especias.

CAPITULO 2

1. rosa—Si se aplica a Jesucristo, ella, con el lirio blanco (manso, 2 Corintios 8:9), corresponde con “blanco y rubio” (cap. 5:10). Pero es más bien el azafrán del prado; el hebreo significa radicalmente una planta con un bulbo acre, inaplicable a la rosa. Es de un color blanco y violeta. (Maurer, Gesenius, y Weiss.) La novia así habla de sí misma como humilde aunque hermosa, en contraste con el señorial manzano, o limonero, el novio (v. 3); así “lirio” se aplica a ella (v. 2). Sarón—(Isaías 35:1.) En Palestina Norte, entre el Monte Tabor y el Lago de Tiberias (1 Crónicas 5:16). La versión de los LXX y la Vulgata traducen “llanura,” pero erróneamente; la Biblia hebrea en ninguna parte favorece esta idea, aunque el paralelismo con “valles” demuestra que, en el nombre propio de Sarón, hay una referencia tácita a su sentido de humildad. La hermosura, la delicadeza, y la humildad han de estar en ella, como estuvieron en él (Mateo 11:29).

2. Jesucristo a la Novia (Mateo 10:16; Juan 15:19; 1 Juan 5:19, Joel 5:19); Espinas, equivalente a los inicuos (2 Samuel 23:6; Salmo 57:4). doncellas—hijas; de los hombres, no de Dios; no son “las vírgenes.” “Si tú eres el lirio de Jesucristo, ten cuidado no sea que con la impaciencia, los juicios impensados, y el orgullo, te conviertas en espina.” (Lutero.)

3. La respuesta de ella: manzano—término genérico, que incluye el limón dorado, el granado y el naranjo (Proverbios 25:11). El amado combina la sombra y la fragancia del limonero con la dulzura de la fruta del naranjo y del granado. El follaje es perpetuo; en todo el año hay una sucesión de flores, fruta, y perfume (Santiago 1:17). entre los manceboshijos, paralelo con las hijas (doncellas) (v. 2). El sólo es fructífero entre los estériles árboles silvestres (Salmo 89:6; Hebreos 1:9). sombra—(Salmo 121:5; Isaías 4:6; Isaías 25:4; Isaías 32:2.) del deseado—más bien, “con deleite,” lit., con animación deseé y me senté (Salmo 94:19; Marco 6:31; Efesios 2:6; 1 Pedro 1:8). Jesucristo interpone la sombra de su cruz entre los ardientes rayos de la justicia y nosotros pecadores. fruto—la fe lo recoge (Proverbios 3:18). El hombre perdió el árbol de la vida (Génesis 3). Jesucristo se lo recobró: en parte como de él ahora (Salmo 119:103; Juan 6:55, Juan 6:57; 1 Pedro 2:3) abundantemente, después (Apocalipsis 2:7; Apocalipsis 22:2, Apocalipsis 22:14); no merecido por el sudor del rostro, sino por la justicia de él (Romanos 10). Contrástese el fruto del mundano (Deuteronomio 32:32; Lucas 15:16).

4. Históricamente cumplido en el gozo de Simeón y Ana en el templo, sobre el niño Jesús (Lucas 2), y en el de María también (cf. Lucas 1:53); tipificado (Éxodo 24:9). Espiritualmente, la novia, o la amada, es llevada a la cámara del Rey, y de allí es impelida tras de él en contestación a sus oraciones; luego es recibida en el diván de color verde bajo el quiosco de cedro; y al fin en un “salón de banquete,” tal cual aquel que, dice Josefo, Salomón tenía en su palacio, “en donde todas las vasijas eran de oro” (Antigüedades,Éxodo 8:5, Éxodo 8:2). La transición es del retiro sagrado a los ritos públicos, el culto de la iglesia, y la cena del Señor (Salmo 36:8). La novia, como la reina de Seba, recibe “todo su deseo” (1 Reyes 10:13; Salmo 63:5; Efesios 3:8, Efesios 3:16; Filipenses 4:19); tipo de la venidera fiesta celestial (Isaías 25:6, Isaías 25:9). su bandera … amor—Después de rescatarnos del enemigo, nuestro victorioso capitán (Hebreos 2:10) nos hace sentar en el banquete bajo una bandera en la que está inscrito su nombre “amor” (1 Juan 4:8, Joel 4:8). Su amor nos venció; su bandera nos rodea con las fuerzas de la omnipotencia, para nuestra protección; indica a qué patria pertenecemos, al cielo, la morada del amor, y en qué más nos gloriamos, en la cruz de Jesucristo, por medio de quien vencemos (Romanos 8:37; 1 Corintios 15:57; Apocalipsis 3:21). Cf. con “sobre mí” (Deuteronomio 33:27), “debajo están los brazos eternos.”

5. frascos—(Maurer prefiere traducir “tortas de pasas de uva;” del radical hebreo fuego, es decir, secadas al fuego. Pero “la cámara del vino” (v. 4) favorece “frascos”; el “vino nuevo” del reino, el Espíritu de Jesucristo. manzanas—del árbol (v. 3), tan dulces a ella, las promesas de Dios. enferma de amor—el máximo grado del goce sensible puede ser alcanzado aquí. Puede ocurrir en una época temprana o posterior de la experiencia. Pablo (2 Corintios 12:7). En la última enfermedad de J. Welch, se le oyó decir: “Señor, mi mano ten; basta; tu siervo es vasija de barro, y en ella no cabe más.” (Fleming, Fulf. Script.) En la mayor parte de los casos esta intensidad de gozo está reservada para el banquete celestial. Históricamente, Israel lo tuvo, cuando la gloria del Señor llenó el tabernáculo y luego el templo, de modo que los sacerdotes no pudieron estar para cumplir los servicios; asimismo en la Iglesia cristiana, en Pentecostés. La novia se dirige mayormente a Cristo, aun cuando en su éxtasis usa el plural “sustentadme,” en términos generales. Lejos de pedir el retiro de las manifestaciones que la habían vencido, pide más: “ardientemente desea” (Salmo 84:2); también Pedro, en el monte de la transfiguración (Lucas 9:33): “Hagamos tres tabernáculos …, no sabiendo lo que decía.”

6. Su petición (“sustentadme”, v. 5) se le concede (Deuteronomio 33:12, Deuteronomio 33:27; Salmo 37:24; Isaías 41:16). Nadie puede arrancar de aquellos brazos (Juan 10:28). Sus manos nos guardan de caer (Mateo 14:30), en ellas podemos confiarnos (Salmo 31:5). La “izquierda” es inferior, a la derecha por la que el Señor menos notablemente manifiesta su amor; la mano secreta de la providencia ordinaria, en distinción de la de la gracia manifiesta (la derecha). En verdad obran juntas las dos, aunque aparecen a veces divididas; aquí ambas se hacen sentir a la vez. Theodoret entiende que la izquierda equivale a juicio e ira, y la derecha a honra y amor. La mano de la justicia ya no se alza para herir, pero está debajo de la cabeza del creyente para sostenerla (Isaías 42:21), la mano de Jesús atravesada por la justicia a causa de nuestro pecado, nos sostiene. La petición de no estorbar al amado ocurre tres veces; pero el sentimiento, “su izquierda debajo de mi cabeza,” no se expresa claramente en otra parte; lo que concuerda con la intensidad del gozo (v. 5), tampoco hallada en otra parte; en el cap. 8:3, es sólo condicional (cf. nota allí.)

7. por las gamas—no un juramento, sino una orden solemne, de que se moviesen con la cautela del cazador de dichos animalitos tímidos; el tal debe avanzar con absoluta circunspección si ha de cazarlos; asimismo aquel que no quiera perder a Jesucristo y al Espíritu, que fácilmente se le contrista de modo que se retrae, debe ser de sensible conciencia y vigilante (Ezequiel 16:43; Efesios 4:30; Efesios 5:15; 1 Tesalonicenses 5:19). Véase Nota, del título del Salmo 22, donde dice “el ciervo de la mañana”, que es cazado hasta la muerte por los perros (cf. aquí los vv. 8, 9, donde salta y brinca, Salmo 18:33). Ahora reposa, pero con el sueño que fácilmente se interrumpe (Sofonías 3:17). Se tiene por la mayor rudeza en el oriente despertar a uno que duerme, especialmente a una persona de distinción. (mi) amor—en el hebreo, el femenino por el masculino, lo abstracto por lo concreto, siendo Jesucristo la encarnación del amor mismo (caps. 3:5; 8:7, donde, como aquí, el contexto se requiere que se aplique a él, no a ella). Ella también es “amor” (cap. 7:6), pues el amor de él evoca el amor de ella. Contrista al Espíritu la arrogancia de parte del creyente tanto como la desesperación. El cariño y la hermosura de la cierva y de la gama (Proverbios 5:19) se incluyen en esta figura emblemática de Jesucristo.

CANTICO II.—EL MINISTERIO DE JUAN EL BAUTISTA.—(2:8-3:5).

8. voz—exclamación de sorpresa gozosa, evidentemente después de largo silencio. La inquietud del pecado y la inconstancia de ella habían estorbado el descanso de él en su presencia, aunque ella había pretendido que no quería que despertara “hasta que quiera”. La dejó, pero por gracia suprema, inesperadamente anuncia su retorno. Ella despierta, y en seguida conoce su voz (1 Samuel 3:9; Juan 10:4); su sueño no es tan mortalmente profundo como en el cap. 5:2. saltando—como la gama, sobre los obstáculos más ásperos (2 Samuel 2:18; 1 Crónicas 12:8); como el padre del pródigo “tuvo compasión de él y corrió” (Lucas 15:20). sobre los collados—como los rayos del sol, de un collado a otro. Como el título de Jesucristo (Salmo 22.) “el ciervo de la mañana” (tipo de la resurrección). Históricamente, significa la venida del reino de los cielos (la dispensación evangélica), anunciada por Juan el Bautista; es primordialmente el jardín; o la viña; así se llama la novia en sentido secundario. “La voz” de Jesucristo es indirecta, por medio “del amigo del novio” (Juan 3:29), Juan el Bautista. Personalmente, él queda silencioso durante el ministerio de Juan, quien despertó a la dormida Iglesia con el grito, “toda colina será allanada”, con el espíritu de Elías, en las “montañas partidas” (1 Reyes 19:11, cf. Isaías 52:7). Está implícito que Jesucristo viene con deseo intenso (Lucas 22:15; Hebreos 10:7), haciendo caso omiso de las montañas de obstáculos elevadas por el pecado de los hombres.

9. está (de pie)—habiendo cruzado los espacios intermedios, saltando cual gama. Muchas veces él está cerca, mientras nuestra incredulidad le esconde de nuestra vista (Génesis 28:16; Apocalipsis 3:14). Su manera común: largo tiempo prometido y esperado; repentinamente, al fin; como al visitar el segundo templo (Malaquías 3:1); asimismo en Pentecostés (Hechos 2:1); igualmente al visitar al alma individual, Zaqueo (Lucas 19:5; Juan 3:8); también, en la segunda venida (Mateo 24:48, Mateo 24:50; 2 Pedro 3:4, 2 Pedro 3:10). Así será en la segunda venida de él (1 Tesalonicenses 5:2). Pared—sobre la bóveda de la cual aparece primero: luego, mira por la ventana (pues está del lado de fuera), espiando furtivamente (no mostrándose) por las rejas. Las profecías, tipos, etc., del A. T. son los vistazos de él al través de las rejas, a pesar de la pared de separación levantada por el pecado (Juan 8:56), vistazos no sin sombras (Juan 1:26). La pared de separación legal no había de ser quitada sino con la muerte de él (Efesios 2:14; Hebreos 10:20). Aun ahora se le ve sólo por la fe, al través de las ventanas de su Palabra y las rejas de los ritos cristianos (Lucas 24:35; Juan 14:21); no la visión plena (1 Corintios 13:12); incentivo por qué esperar su segunda venida (Isaías 33:17; Tito 2:13). 10, 11. Reanimación amorosa dada por Jesucristo a la novia, para que no pensara que la hubiese dejado de amar a causa de la infidelidad de ella, motivada por su retiro temporario. La invita a goces más gloriosos que los mundanos (Miqueas 2:10). No sólo desea el santo “partir para estar con él”, sino que él aún más desea tener consigo al santo en su gloria (Juan 17:24). Históricamente, la viña o jardín del Rey, aquí presentada por vez primera, es “el reino de los cielos predicado” por Juan el Bautista, a quien precedían “la ley y los profetas” (Lucas 16:16).

11. el invierno—la ley del pacto de las obras (Mateo 4:16). la lluvia se fué—(Hebreos 12:18; 1 Juan 2:8, Joel 2:8). Entonces por primera vez la Iglesia gentílica fué llamada “amada, la que no era amada” (Romanos 9:25). Así “el invierno” de distanciamiento y pecado “ha pasado” para el creyente (Isaías 44:22; Jeremias 50:20; 2 Corintios 5:17; Efesios 2:1). La salida del “Sol de justicia” disipa “la lluvia” (2 Samuel 23:4; Salmo 126:5; Malaquías 4:2). El invierno en Palestina termina en abril, pero las lluvias no acaban todas sino en mayo. La estación aquí descrita es la que llega con la cesación de las lluvias invernales. En el sentido mejor, la venidera resurrección y la liberación de la tierra de la maldición anterior está aquí implícita (Romanos 8:19; Apocalipsis 21:4; Apocalipsis 22:3). Ya no más “se tornarán las nubes en lluvia” (Eclesiastés 12:2; Apocalipsis 4:3; cf. Génesis 9:13); “el arco en derredor del trono” son arras de esto.

12. flores—señal de que ha pasado la ira y ha venido la gracia. “A la novia invitada se le permite”, dicen algunos de los padres, “tejer de ellas guirnaldas de hermosura con que adornarse para ir al encuentro del Rey”. Históricamente, las flores, etc., sólo son promesa; el fruto aun no está maduro; propio para la predicación de Juan, “el reino de los cielos está cerca”; aun no venido plenamente. tiempo de la canción—el regocijo en el advenimiento de Jesucristo. Gregorio Niseno hace referir la voz de la tórtola a Juan el Bautista. Dicha avecilla con una hoja de oliva anunció que “la lluvia se había ido” (Génesis 8:11). Del mismo modo Juan, espiritualmente. Su voz llorosa corresponde a la predicación por él, del arrepentimiento (Jeremias 8:6), La Vulgata y la versión de los LXX traducen: “el tiempo de la poda”, es decir la primavera (Juan 15:2). La mención del arrullo de la tórtola concuerda mejor con nuestra versión. La tórtola es migratoria (Jeremias 8:7). y “viene” temprano en mayo; emblema del amor, y lo mismo del Espíritu Santo. El amor, también, será la nota tónica de la “canción nueva” (Isaías 35:10; Apocalipsis 1:5; Apocalipsis 14:3; Apocalipsis 19:6). En el creyente individual ahora, el gozo y el amor están aquí declarados en sus manifestaciones primeras (Marco 4:28).

13. ha echado—ha madurado, lit., ha enrojecido. (Maurer). Los higos verdes, que crecen en invierno, empiezan a madurar temprano en la primavera, en Palestina, y en junio están maduros del todo. (Weiss). vides en cierne—en flor; lit., “las vides en flor”. (Maurer). Las flores de la vid eran tan dulces que a menudo se las ponían secas en el vino nuevo para darle sabar. Aplicable a las primeras manifestaciones de Jesucristo, “la vid verdadera”, tanto a la Iglesia como a los individuos; como a Natanael bajo la higuera (Juan 1:48). levántate, etc.—Su llamado, descrito por la novia, termina como principió (v. 10); es un todo consecuente; el “amor” del principio al fin (Isaías 52:1; 2 Corintios 6:17). “Ven”, al fin del Apocalipsis 22:17, como en la anterior manifestación de él (Mateo 11:28).

14. Paloma—expresa aquí el cariño (Salmo 74:19). Las palomas son famosas por el apego constante; emblemáticas, por su orgullo, de los penitentes compungidos (Isaías 59:11; Ezequiel 7:16); otros puntos de semejanza son: su hermosura; “sus alas cubiertas de plata y de oro” (Salmo 68:13), lo que tipifica el cambio del convertido; su espíritu manso, inspirado al santo, por el Espíritu Santo, cuyo emblema es la paloma; los mensajes de paz que vienen de Dios a los pecadores, como la paloma de Noé, con la hoja de oliva (Génesis 8), dando a entender que el diluvio de la ira había cesado; la timidez, que huye con temor, del pecado y de sí misma a la herida Roca de la eternidad (Isaías 26:4; marginal; Oseas 11:11); ave gregaria, como los que se asocian en el reino de Jesucristo (Isaías 60:8); la mansa simplicidad (Mateo 10:16). agujeros—rajaduras, el refugio de las palomas de la tormenta y del calor (Jeremias 48:28; cf. Jeremias 49:16). (Gesenius) traduce el hebreo de otro radical, “los refugios”. Pero cf. sobre “hendidura”, Éxodo 33:18. Sólo cuando estamos en Cristo nuestra “voz” es dulce (en la oración, cap. 4:3, 11; Mateo 10:20; Gálatas 4:6, porque es la voz de él en nosotros; también al hablar de él, Malaquías 3:16); y es “hermoso nuestro aspecto” (Éxodo 34:29; Salmo 27:5; Salmo 71:3; Isaías 33:16; 2 Corintios 3:18). escarpados—(Ezequiel 38:20 marginal). Es en tales lugares secretos donde Jesucristo persuade a las almas que se refugien del mundo en él (Miqueas 2:10; Miqueas 7:14). Como Jacob entre las piedras de Betel (Génesis 28:11). Moisés en Horeb (Éxodo 3), también Elías (1 Reyes 19:9); el Señor con los tres discípulos en un “alto monte aparte” (Mateo 17:1); Juan en Patmos (Apocalipsis 1:9). “De las ocho bienaventuranzas, cinco tienen por tema alguna condición aflictiva. Entre tanto estén las aguas sobre la tierra, moraremos en el arca; pero cuando la tierra esté seca, hasta la paloma misma será tentada a vagar”. (Jeremy Taylor), Jesucristo no la invita a dejar la piedra, sino a entrar en ella (en él mismo), echando a un lado, con todo, el espíritu de temor, levantando el rostro por haber sido aceptada por él, orando, alabando, y confesándole a él (en contraste con su timidez al ser mirada, cap. 1:6), (Efesios 6:19 Hebreos 13:15; 1 Juan 4:18, Joel 4:18); sin embargo, aunque tiembla ella, la voz y el aspecto de su alma en Cristo le son agradables a él. La Iglesia no encontró ninguna hendidura en la legalista Roca sinaítica, aunque tenía dónde esconderse; pero en Jesucristo herido por Dios a nuestro favor, como la roca herida por Moisés (Números 20:11), hay escondedero (Isaías 32:2). La novia alabó la “voz” de él (vv. 8, 10); por tanto la de ella, aunque trémula, le es “dulce” a él, aquí.

15. Transición a la viña; a menudo formada en “escalones”, o terrazas, donde entre las hojas se escondían las zorras. zorras—término genérico, que incluye los chacales. Sólo comían las uvas, no las flores; pero había que correrlas a tiempo, antes de madurarse la uva. Ella había dejado de vigilar antes (cap. 1:6); ahora convertida, es más celosa de los pecados sutiles (Salmo 139:23). En el invierno espiritual se congelan en nosotros ciertos males, así como ciertas bondades; en la primavera de avivamientos surgen de aquéllos, sin ser vistos, falsos maestros artificiosos, el orgullo espiritual, la falta de amor, etc. (Salmo 19:12; Mateo 13:26; Lucas 8:14; 2 Timoteo 2:17; Hebreos 12:15). Los pecados “pequeños” (zorritos, animalitos) engendran los más grandes (Eclesiastés 10:1; 1 Corintios 5:6). Históricamente, Juan el Bautista al costo de su vida no perdonó al astuto Herodes (Lucas 13:32), quien como la vid dió al principio promesas de fruto (Marco 6:20), ni a los saduceos, “generación de víboras;” ni las varias formas sutiles del pecado (Lucas 3:7).

16. mío … suya—más bien, “es para mí … para él”; cf. Oseas 3:3, donde, como aquí, hay seguridad de unión indisoluble, no obstante la ausencia temporal. En el v. siguiente, le ruega que vuelva, lo que indica que se había ido, acaso por haber dejado ella de vigilar en contra de las zorras pequeñas (“pequeños pecados”) (v. 15). El orden de las frases está invertido en el cap. 6:3, cuando ella está ya más firme en la fe; allí ella confía más en ser de él; aquí en ser él de ella; y sin duda su sentido del amor a él es garantía de que ella es suya (Juan 14:21, Juan 14:23; 1 Corintios 8:3); éste es su consuelo en la retirada de él ahora. yo suya—por la creación (Salmo 100:3), por la redención (Juan 17:10; Romanos 14:8; 1 Corintios 6:19). apacienta—más bien, pace como la gama, o gacela (v. 17; el instinto infaliblemente lo llevará de vuelta a su pastadero “entre los lirios”. Así el Señor Jesús, aunque ahora retirado, la novia está segura de que volverá a su favorito lugar de descanso (cf. el cap. 7:10; Salmo 132:14). También más tarde (Apocalipsis 21:3). Título del Salmo 45, llama puros y blancos “los lirios” de su hermosa novia, si bien, entre los espinos. (Hengstenberg).

17. Noche es la figura del mundo actual (Romanos 13:12). “He aquí los hombres, como si viviesen en una caverna subterránea”. (Platón República, VII. 1). Hasta que—es decir, antes que. apunte. lit., respire, indicando las brisas refrescantes del alba en el oriente, o el aire de la vida, que distingue la mañana del silencio mortal de la noche. Maurer entiende que este v. se refiere a la aproximación de le noche, cuando se levantan las brisas tras el calor del día (cf. Génesis 3:8 con Génesis 18:1), y a las “sombras” que se pierden en la noche (Salmo 102:11); así nuestra vida será el día; la muerte, la noche (Juan 9:4). Nuestra versión concuerda mejor con el cap. 3:1. “Por las noches” (de noche) (Romanos 13:12). tórnate—a mí. Bether—las montañas cerca de Bitrón, separadas del resto de Israel por el Jordán (2 Samuel 2:29), no lejos de Betábara, donde Juan bautizó y Jesús primero se manifestó. Más bien, según la versión de los LXX, montes de separación, montañas cruzadas por grandes quebradas, difíciles de atravesar, que separan a la novia de Jesucristo. En el cap. 8:14 las montañas son de especias, no de separación; porque en su primera venida tuvo que cruzar el golfo hecho por el pecado entre él y nosotros (Malaquías 4:6); en la segunda, sólo bajará de aquel monte de fragancia en lo alto, para recibir a su preparada novia. Históricamente, en el ministerio de Juan el Bautista, el llamamiento de Cristo a la novia no fué, como después (cap. 4:8) “Ven conmigo,” sino “Ven fuera,” es decir a mi encuentro (cap. 2:10, 13). Sentada en la oscuridad (Mateo 4:16), ella “aguardaba,” y le “esperaba” con ansia a él, “grande resplandor” (Lucas 1:79; Lucas 2:25, Lucas 2:38); al salir él, las sombras de la ley (Colosenses 2:16; Hebreos 10:1) habían de “huirse.” De modo que nosotros aguardamos la segunda venida, cuando los medios de la gracia, tan preciosos ahora, serán sustituídos por la presencia del Sol de justicia (1 Corintios 13:10, 1 Corintios 13:12; Apocalipsis 21:22). Hasta entonces la palabra es nuestra luz (2 Pedro 1:9).

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