23-28 Es evidente que los sacrificios de Cristo son infinitamente mejores que los de la ley, que no podían procurar el perdón del pecado ni impartir poder contra él. El pecado habría seguido sobre nosotros y habría tenido dominio sobre nosotros; pero Jesucristo, mediante un solo sacrificio, ha destruido las obras del diablo, para que los creyentes puedan ser hechos justos, santos y felices. Así como ninguna sabiduría, aprendizaje, virtud, riqueza o poder puede evitar que un miembro de la raza humana muera, nada puede librar a un pecador de ser condenado en el día del juicio, excepto el sacrificio expiatorio de Cristo; ni se salvará del castigo eterno quien desprecie o descuide esta gran salvación. El creyente sabe que su Redentor vive, y que lo verá. Aquí está la fe y la paciencia de la iglesia, de todos los creyentes sinceros. De ahí su continua oración como fruto y expresión de su fe: Así que ven, Señor Jesús.

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