42-52 Los judíos se opusieron a la doctrina que predicaban los apóstoles; y cuando no pudieron encontrar ninguna objeción, blasfemaron de Cristo y de su evangelio. Comúnmente los que comienzan contradiciendo, terminan blasfemando. Pero cuando los adversarios de la causa de Cristo son atrevidos, sus defensores deberían ser los más audaces. Y mientras muchos se juzgan indignos de la vida eterna, otros, que parecen menos probables, desean oír más de las buenas nuevas de la salvación. Esto es lo que se predijo en el Antiguo Testamento. ¡Qué luz, qué poder, qué tesoro trae consigo este evangelio! ¡Qué excelentes son sus verdades, sus preceptos, sus promesas! Vinieron a Cristo aquellos a quienes el Padre atrajo, y a quienes el Espíritu hizo efectivo el llamado del evangelio, Romanos 8:30. Todos los que estaban dispuestos a la vida eterna, todos los que se preocupaban por su estado eterno, y querían asegurarse la vida eterna, creyeron en Cristo, en quien Dios ha atesorado esa vida, y que es el único camino hacia ella; y fue la gracia de Dios la que obró en ellos. Es bueno ver a las mujeres honradas ser devotas; cuanto menos tengan que hacer en el mundo, más deberían hacer por sus propias almas y por las de los demás; pero es triste, cuando, bajo el color de la devoción a Dios, tratan de mostrar odio a Cristo. Y cuanto más saboreemos los consuelos y los estímulos que encontramos en el poder de la piedad, y cuanto más llenos estén nuestros corazones de ellos, mejor preparados estaremos para afrontar las dificultades en la profesión de la piedad.

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