1-5 Un bendito cambio tiene lugar en el estado del pecador, cuando se convierte en un verdadero creyente, sea lo que sea que haya sido. Siendo justificado por la fe, tiene paz con Dios. El Dios santo y justo no puede estar en paz con un pecador mientras esté bajo la culpa del pecado. La justificación quita la culpa, y así da paso a la paz. Esto es por medio de nuestro Señor Jesucristo; por medio de él como el gran pacificador, el mediador entre Dios y el hombre. El estado feliz de los santos es un estado de gracia. A esta gracia somos llevados, lo que enseña que no hemos nacido en este estado. No podríamos haber llegado a él por nosotros mismos, sino que somos conducidos a él, como delincuentes perdonados. Allí estamos, una postura que denota perseverancia; estamos firmes y seguros, sostenidos ante el poder del enemigo. Y los que tienen la esperanza de la gloria de Dios en el futuro, tienen suficiente para alegrarse ahora. La tribulación produce paciencia, no por sí misma, sino por la poderosa gracia de Dios que actúa en y con la tribulación. Los que sufren con paciencia tienen la mayor parte de los consuelos divinos, que abundan a medida que abundan las aflicciones. Trabaja la experiencia necesaria de nosotros mismos. Esta esperanza no defraudará, porque está sellada con el Espíritu Santo como Espíritu de amor. Es la obra de gracia del bendito Espíritu para derramar el amor de Dios en los corazones de todos los santos. Un sentido correcto del amor de Dios hacia nosotros, hará que no nos avergoncemos, ni de nuestra esperanza, ni de nuestros sufrimientos por él.

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