20. Ahora, un mediador no es un mediador de uno. Algunos están dispuestos a filosofar sobre esta expresión, y harían que el significado de Pablo sea que la doble naturaleza de Cristo no es una en esencia. Pero que Paul está hablando de las partes contratantes, ningún hombre de buen juicio tiene dudas. Y, por lo tanto, comúnmente lo exponen, que no hay espacio para un Mediador, a menos que una de las partes tenga que negociar con la otra. Pero, ¿por qué debería haberse introducido esa declaración? Dejan indeterminado, aunque el pasaje merece la atención más cuidadosa. Puede haber, quizás, una Anticipación (πρόληψις) de algún pensamiento perverso que pueda surgir acerca de un cambio en el propósito divino. Alguien podría decir: "Como los hombres, cuando cambian de opinión acerca de sus convenios, no suelen retractarse de ellos, así sucedió con los convenios de Dios". Si considera que esto es el significado, entonces, en la cláusula anterior, Paul reconocería que los hombres, que ocupan un lado de este contrato, son inestables y cambiantes, mientras que Dios, sin embargo, sigue siendo el mismo, es coherente consigo mismo y no participa de la inestabilidad de los hombres.

Pero cuando considero más de cerca el tema, creo que marca una diferencia entre judíos y gentiles. Cristo no es el Mediador de uno, porque, con respecto al carácter externo, existe una diversidad de condiciones entre aquellos con quienes, a través de su mediación, Dios entra en pacto. Pero Pablo afirma que no tenemos derecho a juzgar de esta manera el pacto de Dios, como si se contradijera o variara de acuerdo con la diversidad de los hombres. Las palabras ahora son claras. Como Cristo anteriormente reconcilió a Dios con los judíos al hacer un pacto, ahora él es el mediador de los gentiles. Los judíos difieren ampliamente de los gentiles; porque la circuncisión y las ceremonias han erigido "la pared intermedia de partición entre ellas". (Efesios 2:14.) Estaban "cerca" de Dios, (Efesios 2:13), mientras que los gentiles estaban "lejos"; pero aun así Dios es consistente consigo mismo. Esto se hace evidente cuando Cristo reúne a aquellos que anteriormente diferían entre ellos en un solo Dios, y los une en un solo cuerpo. Dios es uno, porque siempre sigue siendo como él y, con una regularidad constante, mantiene fijo e inalterable el propósito que una vez hizo. (62)

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad