El Prefacio. “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos, acerca de la Palabra de Vida y la Vida fue manifestado, y lo hemos visto y testificamos y os anunciamos la Vida, la Vida Eterna, que estaba con el Padre y se nos manifestó lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros. Sí, y nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Y estas cosas las escribimos para que se cumpla nuestro gozo.”

El Apóstol aquí caracteriza y encomia su Evangelio ( cf. Introd. p. 154). 1. Su tema la vida terrena de Jesús. No es una mera biografía, ya que Jesús no fue uno de los hijos de los hombres sino el Hijo Eterno de Dios, la Palabra hecha carne. ( a ) Maravilla inefable pero no sueño, realidad indudable. Sus lectores podrían dudarlo, ya que pertenecían a una generación posterior y nunca habían visto a Jesús; pero san

Juan lo había visto, y les asegura, con elaborada iteración, que no es un sueño: “Estos ojos lo contemplaron, estas manos lo palparon”. “Porque”, dice Calvino, “la grandeza de la cosa exigía que su verdad fuera cierta y probada, insiste mucho en este punto”. ( b ) Su narración fue necesariamente incompleta, ya que la revelación infinita fue más grande que su percepción o comprensión de ella.

“Él daría sólo una pequeña gota del mar, no el mar mismo” (Rothe). Una biografía completa de Jesús es imposible, ya que los días de Su carne son sólo un segmento de Su vida, un momento de Sus años eternos. 2. Su propósito al escribirlo : ( a ) que sus lectores puedan compartir su comunión celestial; ( b ) para que su gozo sea cumplido.

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