sig. Pero la naturaleza humana no se silencia tan fácilmente. Esta interpretación de toda la vida humana, con todas sus diversidades de carácter y experiencia, por la sola voluntad de Dios, como si esa voluntad por sí misma explicara todo, no es adecuada a los hechos. Si tanto Moisés como Faraón deben explicarse por referencia a esa voluntad, es decir, deben explicarse precisamente de la misma manera, entonces desaparece la diferencia entre Moisés y Faraón.

La interpretación moral del mundo es anulada por la religiosa. Si Dios está igualmente detrás de los fenómenos morales más opuestos, entonces cualquiera puede decir, lo que Pablo anticipa aquí se dirá, τί ἔτι μέμφεται; ¿Por qué todavía encuentra fallas? ¿Quién resiste su determinación? A esta objeción realmente no hay respuesta, y debe admitirse francamente que el Apóstol no la responde.

El intento de comprender la relación entre la voluntad humana y la divina parece conducir necesariamente a una antinomia que el pensamiento aún no ha logrado trascender. Afirmar el carácter absoluto de Dios en el sentido no explicado y no calificado de Romanos 9:18 hace que la vida moral sea ininteligible; pero explicar la vida moral atribuyéndole al hombre una libertad que le hace estar independiente frente a Dios reduce el universo a la anarquía.

Hasta este punto Pablo ha estado insistiendo en el primer punto de vista, y aún insiste en él contra la presunción humana que alegaría sus derechos contra Dios; pero en el acto mismo de hacerlo pasa (en Romanos 9:22 ) a un punto de vista intermedio, mostrando que Dios no ha actuado de hecho arbitrariamente, en una libertad no controlada por la ley moral; ya partir de ahí avanza nuevamente en el capítulo siguiente para hacer plena justicia al otro lado de la antinomia, la libertad y la responsabilidad del hombre. El acto de Israel, así como la voluntad de Dios, está detrás de la dolorosa situación que él trata de comprender.

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