Me dirás entonces: ¿Por qué todavía critica? [Que Dios realmente y siempre encuentra fallas en los pecadores es un hecho que nunca debe pasarse por alto, y también es un hecho que muestra más allá de toda duda o posibilidad que Dios aborrece el mal y no da pasos positivos hacia su producción. Incluso en el caso citado por Pablo, donde Dios endureció el corazón de Faraón, el acto de Dios fue permisivo, porque si no, ¿cómo podría el Señor protestar con Faraón por un espíritu rebelde del cual Dios mismo era responsable? ( Éxodo 9:17 ; Éxodo 10:3-4 ) Nuevamente, consideremos el caso en cuestión.

Si Dios endureció a Israel por acto positivo, ¿por qué su representante y "expresa imagen" lloró sobre Jerusalén? y ¿por qué se escribió el Libro de Romanos?] Porque ¿quién resiste su voluntad? [Puesto que Pablo todavía está justificando a Dios al formular un evangelio que resulta en la condenación de los judíos y la salvación de los gentiles, este objetor es naturalmente un judío o alguien que habla desde el punto de vista judío.

Este hecho se hace más evidente en los versículos siguientes, porque en ellos el apóstol responde apropiadamente al judío a partir de sus Escrituras judías. La objeción es así: Pero, Pablo, si Dios muestra misericordia a quien quiere, y si endurece a quien quiere, entonces él es quien nos ha endurecido a los judíos en la incredulidad contra el evangelio. ¿Por qué, pues, todavía nos reprocha, si él mismo, según vuestro argumento, nos ha excluido de la bienaventuranza y nos ha hecho indignos de la misericordia? Esta respuesta implica tres cosas: 1.

Dios, no el judío, tuvo la culpa. 2. El judío fue maltratado por Dios, al ser privado de la bendición por endurecimiento. 3. Las recompensas de santos y pecadores deben ser iguales, ya que cada uno hizo absolutamente la voluntad de Dios en los diversos campos del bien y del mal donde Dios los había elegido para trabajar. A cada una de estas tres implicaciones, el apóstol responde con una brevedad relámpago: 1. Es impío, oh hombre, argumentar en autojustificación de tal manera que comprometa el buen nombre de Dios.

2. Es locura que la cosa formada se queje del que la formó. 3. Las recompensas y los destinos no tienen por qué ser iguales, ya que, por ejemplo, el alfarero de la misma masa forma vasos para diferentes destinos, ya sea de honor o de deshonra. Pero debe tenerse en cuenta que en la última de estas tres breves respuestas el apóstol apunta más bien, como dice Alford, "a dejar mudo al objetor mediante una declaración del derecho indudable de Dios, contra el cual no nos corresponde a nosotros los hombres murmurar, que en revelarnos el estado real del caso". Consideremos ahora las tres respuestas en detalle.]

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