Sobre la predestinación como enseña Romanos 8:28-30 .

¿En qué consiste la predestinación divina indudablemente enseñada por el apóstol en este pasaje? ¿Excluye en su opinión el libre albedrío del hombre o, por el contrario, lo implica? Dos razones nos parecen para decidir la cuestión a favor de la segunda alternativa: 1. El acto de presaber , que el apóstol hace la base de la predestinación, prueba que esta última está determinada por un hecho u otro, el objeto de este conocimiento.

Poco importa que el conocimiento sea eterno, mientras que el hecho, que es su objeto, sólo llega a suceder en el tiempo. Se sigue, sin embargo, de esta relación, que el hecho debe ser considerado como debido de algún modo a un factor distinto de la causalidad divina, que no puede ser otra cosa que la libertad humana. 2. El apóstol evita hacer del acto de creer el objeto del decreto de predestinación.

En el acto de la predestinación se asume ya la fe, y su único objeto es, según las palabras del apóstol, la participación final de los creyentes en la gloria de Cristo. Entonces, la opinión de Pablo no sólo implica que en el acto de creer no se excluye la plena libertad humana, sino que incluso se da a entender. Pues sólo ella explica la distinción que establece claramente entre los dos actos divinos de la presciencia y de la predestinación , tanto en cuanto a su naturaleza (uno, acto del entendimiento; el otro, de la voluntad) como a su objeto (en el en un caso, la fe; en el otro, la gloria).

Admitida, pues, la libertad humana en la aceptación de la salvación, ¿en qué consistirá la predestinación , tal como la entiende San Pablo? Contiene, creemos, los tres elementos siguientes:

1. El decreto (προορισμός) por el cual Dios ha determinado llevar a la perfecta semejanza de Su Hijo a todo aquel que crea. Qué más conforme a Su gracia y sabiduría que tal decreto: “Por la fe te adhieres a Aquel a quien te doy por Salvador; Por lo tanto, Él te pertenecerá por completo, y no te dejaré hasta que te haya hecho perfectamente semejante a Él, el Dios-hombre”?

2. La previsión (πρόγνωσις), en consecuencia de la presciencia divina, de todos los individuos que se adherirán libremente a la invitación divina a participar de esta salvación. ¿Qué más necesario que este segundo elemento? ¿No correría el riesgo de fracasar el proyecto de Dios si no previera a la vez la perfecta fidelidad del Elegido en quien descansa su realización, y la fe de los que en Él han de creer? Sin un Salvador y creyentes no habría salvación. El plan de Dios supone, por tanto, la certeza de la presciencia de ambos.

3. La disposición de todas las leyes y todas las circunstancias de la historia con miras a realizar el plan glorioso concebido a favor de los preconocidos. Es este arreglo el que San Pablo describe en Romanos 8:28 , cuando dice que “ todas las cosas deben obrar juntamente para el bien de los que son llamados conforme al propósito eterno.

¡Qué más magnífico! Una vez creyentes, podemos ser sacudidos por las tempestades de este tiempo presente; no sólo sabemos que ninguna ola puede engullirnos, sino que estamos seguros de que cada una de ellas tiene su lugar en el plan divino y debe acelerar nuestro curso.

Así tenemos tres puntos: 1. El fin señalado por el decreto; 2. Las personas personalmente conocidas que han de llegar a ella; 3. El camino por el cual han de ser conducidos a él.

Si alguno no encuentra suficiente esta predestinación, puede hacer una a su gusto; pero, según nuestra convicción, no será la del apóstol.

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