Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la supereminente grandeza del poder sea de Dios, y no de nosotros [Nosotros, en nuestros cuerpos mortales, retenemos la verdad divina y celestial. Dios ha encomendado así su evangelio a los hombres para que sea evidente a todos que proviene de él. El poder del evangelio trasciende tanto al del agente humano que lo predica que hace evidente a todos que el predicador no es más que un agente que realiza deberes que están más allá del alcance de sus propias facultades sin ayuda.

Farrar ve en esto una referencia a las antorchas de los cántaros de Gedeón, pero la palabra "tesoro" evidentemente cambia la figura, de modo que Pablo ya no habla del evangelio como una luz. Además, el incidente de Gedeón transmite la idea de ocultación, que no está en los pensamientos de Pablo. El apóstol aquí está suponiendo que alguien objetará sus altas pretensiones para el ministerio cristiano, afirmando que las humillaciones y los sufrimientos soportados por el apóstol refutan la idea de que puede ser un embajador de Dios.

Su respuesta es que Dios puso el tesoro en una vasija de barro para que la supervivencia de la vasija que perecía cuando se sometiera a toda clase de vicisitudes probara el valor, a la vista de Dios, del tesoro dentro de ella];

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