Versículo 27. Ahora mi alma está turbada... Nuestro bendito Señor tomó sobre sí nuestras debilidades para santificarlas. Como hombre se turbó ante la perspectiva de una muerte violenta. La naturaleza aborrece la muerte: Dios ha implantado ese aborrecimiento en la naturaleza, para que se convierta en un principio de autoconservación; y a ello debemos toda esa prudencia y cautela con que evitamos el peligro. Cuando vemos a Jesús hacer milagros que demuestran su omnipotencia, deberíamos concluir que no era un hombre si no fuera por pasajes como éstos. El lector debe recordar siempre que era esencialmente necesario que fuera hombre; porque, sin serlo, podría haber muerto por el pecado del mundo.

¿Y qué voy a decir? Padre, sálvame de esta hora... Και τι ειπω; πατερ, σωσον με εκ της ὡρας ταυτης- que puede parafrasearse así: ¿Y por qué he de decir: Padre, sálvame de esta hora? cuando por esta causa he llegado a esta hora. La versión común hace que nuestro bendito Señor se contradiga aquí, al no atender a la adecuada puntuación del pasaje, y al traducir la partícula τι qué, en lugar de por qué o cómo. El sentido de las palabras de nuestro Señor es éste: "Cuando un hombre siente el temor de una muerte repentina o violenta, es natural que grite: ¡Padre, sálvame de esta muerte! pues espera que la gloria de Dios y su bienestar se cumplan de otra manera, menos terrible para su naturaleza: pero ¿por qué he de decir esto, si precisamente para morir esta muerte violenta por los pecados de la humanidad, he venido al mundo, y casi he llegado a la hora de mi crucifixión?".

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