REFLEXIONES

Alabanza eterna a ti, mi honorable Señor, por la dulce y preciosa doctrina del Nuevo Nacimiento, tan graciosamente enseñada a tu Iglesia, en este discurso con Nicodcmus. ¡Oh! por la gracia distintiva de Dios el Espíritu sobre mi corazón, para que pueda tener allí todos los testimonios benditos, en la certeza de ello; para que no sólo lo sepa en la palabra escrita, sino que lo disfrute en la palabra injertada; para hacerme sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

Tú, amado Señor, acompaña esos tus discursos celestiales, con tu gracia omnipotente; para que de las palabras de mi Señor y del discurso encargado de su siervo el Bautista, mi alma reciba la verdad y la verdad me haga libre. Jesús tiene todas las cosas en su mano omnipotente. Entonces, Señor, puedo mirar a ti por todas las cosas, en gracia, misericordia, perdón, paz y cada bendición del Nuevo Pacto aquí; y toda la plenitud de gloria en Jesús, y de Jesús, ¡por toda la eternidad!

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