Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron.

En Rama se oyó una voz, lamento y llanto, y gran lamento, Raquel llorando por sus hijos, y no quería ser consolada, porque no lo son. Estas palabras, tal como se encuentran en Jeremías, sin duda se refieren a la cautividad babilónica. Raquel, madre de José y Benjamín, fue enterrada cerca de Belén, donde su tumba todavía se muestra. Ella es representada figurativamente como levantándose de la tumba y expresando una doble lamentación por la pérdida de sus hijos, primero por una amarga cautividad y ahora por una muerte sangrienta. Y un acto vil fue. Oh, madres de Belén, creo que las escucho preguntando por qué sus inocentes hijos debían ser el carnero atrapado en la maleza, mientras que Isaac escapa. No puedo deciros por qué, pero una cosa sé, que algunos de vosotros veréis un día en el que ese Niño de Belén será Él mismo el Carnero, atrapado en otro tipo de maleza, para que vuestros hijos escapen de un destino peor al que ahora soportan. Y si estos vuestros hijos están ahora en gloria, gracias al poder del bendito Niño, ¿no considerarán que es un honor que la ira del tirano se agotara en ellos en lugar de en su Señor Infante? (Véase el exquisito himno de Keble, titulado "Los Santos Inocentes", en las palabras apropiadas, "Estos fueron redimidos de entre los hombres, siendo las primicias para Dios y el Cordero".)

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