Esta epístola estaba dirigida a las mismas personas que la primera. Su propósito era fortalecerlos en vista de los peligros que los amenazaban dentro de la Iglesia. El apóstol se dirigió a ellos diciendo que tenían 'fe igual de preciosa' con él. Primero les recordó los grandes principios de la preservación. Todas las cosas relacionadas con la vida y la piedad se conceden mediante el conocimiento de Aquel que los llamó por Su gloria y virtud.

Debido a esta perfecta provisión, los santos están llamados a ser diligentes en el desarrollo de sus recursos. La fe es el principio fundamental, y debe desarrollarse hasta que alcance el fruto máximo, que es el amor.

Como escribió el apóstol, estaba consciente de su inminente partida. Estaba recordando la gloria que había ardido sobre él en el monte de la transfiguración. En ese monte había oído al Señor hablar de su éxodo. Ahora usó la misma palabra para referirse a su propia partida. En el monte había visto el "poder" y la "venida" del Señor Jesús, y aquí se ocupó de esos dos grandes hechos. Lo que había visto entonces había confirmado las profecías del pasado, que había sido una lámpara que brillaba en un lugar oscuro.

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