Filipenses 3:12

Nuestro objetivo cristiano.

I. El progreso no es idéntico al crecimiento. Al hablar de progreso, tenemos en cuenta el esfuerzo humano y no solo la ley divina. No es sólo que el diminuto germen se apropie por algún poder misterioso de los elementos que necesita y se reviste de belleza. La idea de progreso sugiere pensamientos de esfuerzo consciente, voluntad resuelta y obstáculos vencidos; de la lucha por un ideal; de la presencia de un deseo animador.

El progreso no es solo un movimiento guiado con éxito hacia un fin digno; es un movimiento inspirado por un motivo digno. El progreso debe estar guiado por la reflexión. Según un memorable dicho griego, "el Dios de la revelación no oculta la verdad ni la dice claramente, sino que la muestra mediante una señal". Dios no prescinde del pleno ejercicio de nuestras facultades; es por estos, y solo por estos, que podemos conocerle y servirle.

II. El objetivo cristiano es, brevemente, el logro de la semejanza de Dios, para lo cual fue creado el hombre. No puede haber reposo o estacionariedad en el curso cristiano mientras dure la vida. No podemos continuar los sentimientos, hábitos o métodos de un período en otro, porque, mientras nuestro objetivo permanezca inalterado, lo abordaremos de nuevas formas desde cada nueva posición. Se darán a conocer nuevas dificultades y oportunidades a medida que avancemos; Con la disciplina del esfuerzo ganaremos una visión más aguda y un juicio más rápido.

La voz de la filosofía griega expresó el último pensamiento del alma cuando proclamó que el fin del hombre debía asemejarse a Dios en la medida de lo posible. El fin, entonces, hacia el que se esforzó el alma, ha sido puesto por Cristo a nuestro alcance. Ninguna vida que se dirija al egoísmo es fácil, y ningún trabajo que se gaste en objetos transitorios puede traer la paz. Para nosotros, siendo del mundo, el esfuerzo del servicio abnegado es el único objetivo de ese reposo para el que fuimos hechos, reposar en el seno de Dios.

Obispo Westcott, Christian World Pulpit, vol. xxxiv., pág. 104.

Referencias: Filipenses 3:12 . TT Lynch, Sermones para mis curadores, pág. 281; Homilista, vol. i., pág. 45; Preacher's Monthly, vol. ii., pág. 96. Filipenses 3:12 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. ii., pág. 317; Ibíd., Vol. xi., pág. 394.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad