Hebreos 1:3

Cristo por encima de los ángeles.

I. Es muy maravilloso cómo, en los caminos de Dios, la necesidad fija y la libertad van de la mano. Desde toda la eternidad, Jesús es nombrado Hijo de David; pero el desarrollo de la historia pasa por la libertad, el ejercicio de la fe, de la esperanza, de la paciencia, de la alegría, del sufrimiento. Todo lo humano está en la más dulce armonía con ese propósito infalible e inmutable del amor de Dios que seguramente debe cumplirse.

II. La humanidad en la persona del Mesías está muy por encima de cualquier criatura. La consumación de toda la historia, y la manifestación perfecta de la gloria de Dios para la regocijada adoración de los ángeles y de los hombres, será en el Señor Jesús, que no se avergüenza de llamarnos hermanos, que es uno con nosotros por un vínculo que nunca podrá ser. cortado. La santidad y la bondad son dignas de adoración solo en su esencia y fuente. Aquel a quien Dios llama a los santos ángeles a adorar, debe ser santidad esencial, bondad, el amor no debe ser otro sino el infinito y eterno, el siempre bendito y co-igual Hijo del Altísimo.

III. Cuán cerca está Jesús de nosotros, aunque está muy por encima de nosotros. Ésta es la razón por la que Dios lo ha exaltado; esta es la razón por la que Él está tan alto por encima de todo, por encima de todos los poderes y dominios; para que Aquel que tiene todo el poder y el amor sea visible y accesible; para que todos lo vean y se acerquen a él; para que desde lo más profundo lo contemplemos, y para que desde el último rincón de la tierra clamemos a Él y seamos salvos.

Él está muy por encima de nosotros, para que mirándolo a Él, el Autor y Consumador de la fe, a Aquel que por la Cruz entró a la gloria, viéndolo constantemente sobre nosotros, el Cordero en medio del trono, podamos correr con paciencia la carrera. puesto ante nosotros.

A. Saphir, Conferencias expositivas sobre los hebreos, vol. i., pág. 70.

Referencias: Hebreos 1:4 . Preacher's Monthly, vol. iv., pág. 60. Hebreos 1:4 . Homiletic Quarterly, vol. i., pág. 42; RW Dale, El templo judío y la iglesia cristiana, p. 23. Hebreos 1:5 . Expositor, primera serie, vol. i., págs. 185, 297; Revista del clérigo, vol. v., pág. 31; J. Vaughan, Sermones, 14ª serie, pág. 149.

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