1-6 La sustancia, o el resumen, de lo que se había declarado era que los cristianos tenían el Sumo Sacerdote que necesitaban. Él tomó sobre sí la naturaleza humana, apareció en la tierra, y allí se entregó como un sacrificio a Dios por los pecados de su pueblo. No debemos atrevernos a acercarnos a Dios, ni a presentarle nada, sino en y por medio de Cristo, dependiendo de sus méritos y de su mediación; porque sólo somos aceptados en el Amado. En toda obediencia y adoración, debemos mantenernos cerca de la palabra de Dios, que es la única y perfecta norma. Cristo es la sustancia y el fin de la ley de la justicia. Pero el pacto al que nos referimos aquí fue el que se hizo con Israel como nación, asegurándole beneficios temporales. Las promesas de todas las bendiciones espirituales y de la vida eterna, reveladas en el evangelio y aseguradas por medio de Cristo, son de un valor infinitamente mayor. Bendigamos a Dios porque tenemos un Sumo Sacerdote que se ajusta a nuestra condición de impotencia.

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