11. ¿Qué sabe el hombre? Dos cosas diferentes que intenta enseñar aquí: primero, que la doctrina del Evangelio no puede entenderse de otra manera que no sea por el testimonio del Espíritu Santo; y en segundo lugar, que aquellos que tienen un testimonio de esta naturaleza del Espíritu Santo, tienen una seguridad tan firme y sólida, como si sintieran con sus manos lo que creen, porque el Espíritu es un testigo fiel e indudable. Esto lo demuestra por una similitud extraída de nuestro propio espíritu: porque cada uno es consciente de sus propios pensamientos y, por otro lado, lo que se esconde en el corazón de cualquier hombre es desconocido para otro. Del mismo modo, ¿cuál es el consejo de Dios, y cuál es su voluntad, se oculta de toda la humanidad, porque "quién ha sido su consejero?" (Romanos 11:34.) Es, por lo tanto, un receso secreto, inaccesible para la humanidad; pero, si el Espíritu de Dios mismo nos introduce en él, o en otras palabras, nos familiariza con aquellas cosas que de otro modo están ocultas a nuestra vista, entonces no habrá más motivos para dudar, porque nada de lo que está en Dios escapa a Aviso del Espíritu de Dios.

Sin embargo, puede parecer que esta similitud no es del todo muy apropiada, ya que cuando la lengua lleva una impresión de la mente, la humanidad se comunica sus disposiciones entre sí, para que se familiaricen con los pensamientos del otro. ¿Por qué entonces no podemos entender de la palabra de Dios cuál es su voluntad? Si bien la humanidad por pretextos y falsedades en muchos casos oculta sus pensamientos en lugar de descubrirlos, esto no puede suceder con Dios, cuya palabra es indudablemente verdad, y su imagen genuina y viva. Sin embargo, debemos observar cuidadosamente hasta qué punto Pablo diseñó para extender esta comparación. El pensamiento más interno de un hombre, del cual los demás son ignorantes, es percibido solo por él mismo: si luego se lo hace saber a los demás, esto no obstaculiza sino que solo su espíritu sabe lo que hay en él. Porque puede suceder que no convenza: incluso puede suceder que no exprese adecuadamente su propio significado; pero incluso si logra ambos objetos, esta afirmación no está en desacuerdo con la otra: que solo su propio espíritu tiene el verdadero conocimiento de ello. Sin embargo, existe esta diferencia entre los pensamientos de Dios y los de los hombres, que los hombres se entienden mutuamente; pero la palabra de Dios es una especie de sabiduría oculta, cuya nobleza no es alcanzada por la debilidad del intelecto humano. Así, la luz brilla en la oscuridad, (Juan 1:5) sí y hasta que el Espíritu abra los ojos de los ciegos.

El espíritu de un hombre Observe que el espíritu de un hombre es tomado aquí por el alma, en la cual reside la facultad intelectual, como se la llama. Porque Pablo se habría expresado de manera inexacta si hubiera atribuido este conocimiento al intelecto del hombre, o en otras palabras, a la facultad misma, y ​​no al alma, que está dotada con el poder de la comprensión.

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