Nadie conoce, nadie conoce. Estas palabras deben significar el conocimiento perfecto de todos los planes y propósitos divinos que tenía el Espíritu Santo, y que el argumento del Apóstol prueba directamente que ninguna criatura puede tener: de modo que en este pasaje tenemos una prueba contundente de la divinidad del Espíritu; y, en consecuencia, ha sido reclamada como tal por todos los que han defendido esa importante doctrina. Vea al obispo Pearson sobre el Credo.

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