Amados Es una verdad muy cierta y gozosa, que ahora somos nosotros , que creemos en el Hijo de Dios con nuestro corazón para justicia; los hijos de Dios Y, perseverando en esa fe, seremos reconocidos como tales ante los hombres y los ángeles en el día de las cuentas finales; una verdad que arrastra tras ella una larga serie de gloriosas consecuencias. Porque la feliz condición en la que estaremos en el más allá excede todo lo que ahora podemos concebir; y aún no se nos aparece a nosotros mismos, aunque iluminado sobrenaturalmente por el Espíritu de sabiduría y revelación; lo que seremos¡Cuán puro y santo, inteligente y sabio en nuestra alma, cuán espiritual y glorioso en nuestro cuerpo, cuán exaltado en dignidad, cuán grande en poder, cuán rico en herencia, cuán feliz en goces! Pero sabemos en general, por el testimonio de aquel que no puede mentir; que cuando él El Hijo de Dios; aparecerá, seremos como él en todos estos aspectos; nuestras almas perfectamente conformadas a su alma sabia y santa, nuestros cuerpos a su cuerpo inmortal y glorioso, y que compartiremos con él en su felicidad, honor y riquezas, por los siglos de los siglos.

Porque lo veremos tal como es . Sería imposible que lo hiciéramos si no fuéramos como él. O más bien, como tal vez el apóstol quiere decir principalmente, habiéndonos concedido el gran privilegio de verlo como es, verlo nos transformará a su semejanza. “La vista de Dios” [en Cristo], como lo prueba ampliamente el arzobispo Tillotson (ver sus obras, vol. 3. p. 194), “se expresa para expresar el conocimiento y el disfrute de él, debido a su excelencia y dignidad, su amplitud y comprensión, su espiritualidad y rapidez, su evidencia y certeza ”. El apóstol alude a las palabras de Cristo, que ha registrado en su evangelio ( Juan 17:24 ,) Padre, quiero que los que me has dado, donde yo estoy, estén conmigo, para que vean la gloria que me has dado. me:y, por lo tanto, no está hablando de una visión pasajera, sino de una visión permanente de Cristo, como está claro, porque solo esa visión de él podría ser una razón para que seamos como él.

Y puesto que vamos a vivir con él para siempre, nuestros cuerpos deben ser modelados como su cuerpo, no siendo los cuerpos corruptibles capaces, en la naturaleza de las cosas, de heredar el reino de Dios. Y con respecto a nuestras mentes, no se puede suponer que ver a Cristo como es eficaz para hacernos como él, a menos que sea una vista permanente; que, excitando en nosotros la admiración de sus glorias, la estima por sus excelencias, la gratitud por su bondad, el amor a su persona, el deleite en su voluntad, con todos los afectos sabios, santos y felices, seguramente producirá ese feliz efecto. En el día del juicio, es probable que los malvados tengan una visión transitoria de Cristo tal como es , pero no por ello llegarán a ser como él, en cuerpo o mente.

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