Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él. No en la naturaleza sino en la calidad, en la felicidad, en la gloria eterna. El mundo que no nos conoce ahora, porque no contempla nuestra belleza interior, entonces nos conocerá como a Cristo, Dios perfectamente santo, justo, puro y amoroso. Y así como Dios disfruta de la visión de sí mismo, nuestra mente lo contemplará tal como es, será bendecido a la vista, y nuestra filiación y adopción serán así perfeccionadas, cuando alcancemos como hijos de Dios nuestra herencia gloriosa y feliz.

Observar. Somos de tres maneras como Dios. 1. Por tener una naturaleza racional e inteligente. 2. Por la gracia, como dice S. Bernardo, "consistente en virtudes, y el alma se esfuerza por la grandeza de sus virtudes en imitar la grandeza del Dios supremo, y por su constante perseverancia en el bien, en imitar su inmutabilidad y eternidad". 3. La más alta y más perfecta semejanza con Dios será por la gloria beatífica en el cielo, cuando, como S.

Bernardo dice: "el hombre se convierte en un espíritu con Dios, no sólo por la unidad de la voluntad, sino más expresamente por no poder querer nada más, a través de la unión con su poder". Esta tercera semejanza consiste entonces en la Visión del Dios Uno y Trino. Como dice S. Juan, "Le veremos tal como es". En consecuencia, Œcumenius sitúa esta semejanza en el amor y la gloria de la adopción. Véase Salmo 16:11 ; Salmo 47:9 ; Salmo 26:4 ; Salmo 35:10 ; 1 Corintios 13:12 .

Enseñan los Escolásticos que los Bienaventurados ven la Esencia misma de Dios, Sus tres Personas y todos Sus atributos. Porque lo contemplan en una visión, y lo atraen como si fuera dentro de sí mismos, y así obtienen todo bien. En consecuencia [Pseudo]-S. San Agustín dice ( de cognit veræ vitæ ad fin .), "Esta visión y esta gloria se llama el reino de los cielos porque sólo los cielos, es decir, los justos, disfrutan de esta visión, porque de ellos es el sumo y supremo Bien en quienes tienen la plenitud del gozo de la plenitud de todos los bienes".

Nuevamente, al ver a Dios, forman su imagen en sus mentes, que así lo representa para ellos. Como dice San Agustín ( Euchind. cap. iii.), "Cuando la mente está imbuida del principio de la fe que obra por el amor, se esfuerza por la vida santa para alcanzar esa vista donde está esa belleza inefable, que las almas santas conocen, y en cuya visión plena está la felicidad suprema". Y de nuevo, serán como Él, como participantes de Su eterna bienaventuranza. Ver S. Gregorio, Hom. ii. en Ezequiel

Luego sigue a esto otra semejanza, a saber, en la voluntad, en el amor perfecto de Dios contemplado y poseído. Como dice San Fulgencio: "Seremos como él, imitando su justicia". Y este amor hará que un hombre ame a Dios con todo su corazón y alma, de modo que no tenga ningún deseo o deseo de amar otra cosa que a Dios. Como dice S. Agustín ( Confesiones ), "Cuando me adhiera a Ti con todo mi corazón, no tendré dolor ni trabajo. Mi vida estará llena de Ti, pero ahora, cuando no estoy lleno de Ti, soy un carga para mí mismo".

Además, este amor durará para siempre, y siempre encenderá a los bienaventurados para alabar a Dios. (Ver S. Agustín, Serm. cxviii . de Divers. cap . 5.) "Cuando somos como Él, nunca nos apartaremos ni nos apartaremos. Estemos seguros, entonces, de que la alabanza de Dios nunca empalagará. Si fallas en el amor, dejarás de alabar, pero si tu amor es interminable, nunca temas no poder alabar a Aquel a quien siempre podrás amar.

"Y de esta gloriosa visión seguirán todas las dotes del alma y cuerpo glorificados de Cristo, pues habrá entera paz, concordia y armonía en todas nuestras potencias de acción. Nuestros cuerpos serán impasibles, brillantes, sutiles. Mirad 1 Corintios 15:42 Así como el sol que brilla a través de una nube se burla de uno o más soles, así será con la Deidad cuando brilla a través de los cuerpos y las almas de los bienaventurados.

¡Y qué espectáculo tan feliz y glorioso será este! Ver Colosenses 3:3 ; 1 Corintios 15:45 ; Filipenses 3:21 ; 2 Corintios 3:18 ; Romanos 6:5 ; Romanos 8:29 .

Porque le veremos tal como es. Dios en su propia esencia, como enseñan los escolásticos.

Nuevamente, veremos a Cristo como hombre, vestido como hombre con un Cuerpo glorioso (ver Belarmino, de Beat. Sanct. i. 3; Gregory, de Valent. , &c.)

Y esto también, no en un espejo y en una figura, sino cara a cara. Porque en esta vida no vemos a Dios tal como es, sino tal como se vistió de carne por nosotros. (Ver S. Agustín ( in loc .); Orígenes, Hom. vi . en Gen. , y S. Gregorio, Hom. ii . en Ezek .)

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