Versículo 18. Que no abuse de mi poder...  Me inclino a pensar que καταχρησασθαι debe entenderse aquí, no en el sentido de abusar, sino de usar al máximo, exigiendo todo lo que un hombre puede reclamar por ley. Cuántas pruebas tenemos de esto en los predicadores de diferentes denominaciones, que insisten tan fuertemente y con tanta frecuencia en sus privilegios, como ellos los llaman, que el pueblo está tentado a creer que no buscan los intereses de sus almas, sino sus bienes seculares. Tales predicadores no pueden hacer ningún bien al pueblo. Pero el pueblo que más puede pensar así de sus ministros, es el que no está dispuesto a conceder las necesidades comunes de la vida a los que velan por ellos en el Señor. Pues hay gente así incluso en la Iglesia cristiana. Si los predicadores del Evangelio fueran tan parsimoniosos con el pan de la vida como algunas congregaciones y sociedades cristianas lo son con el pan que perece, y si el predicador les diera un alimento espiritual tan bajo, tan mezquino y tan escaso como el apoyo temporal que le proporcionan, sus almas sin duda tendrían casi una hambruna del pan de la vida.

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