Verso Juan 2:4. Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo?  τι εμοι και σοι γυναι: Oh, mujer, ¿qué te importa?  Esto es una negación abrupta, como si hubiera dicho: "NOSOTROS no estamos empleados para proporcionar lo necesario para esta fiesta: este asunto pertenece a otros, que deberían haber hecho una provisión adecuada y suficiente para las personas que habían invitado". Las palabras parecen transmitir un reproche a la virgen, por entrometerse en aquello que no le preocupaba particularmente. Las personas más santas están siempre expuestas a errores de juicio : y deben comportarse siempre con modestia y humildad, especialmente en aquellas cosas en las que la providencia de Dios está particularmente interesada.  Pero aquí, de hecho, no parece haber ninguna culpa. Es muy probable que la novia o la familia del novio fueran parientes de la virgen bendita; y naturalmente supondría que nuestro Señor se sentiría interesado por el honor y el consuelo de la familia y, sabiendo que poseía un poder extraordinario, le hizo esta solicitud para que se acercara en su ayuda. La respuesta de Nuestro Señor a su madre, si se traduce correctamente, está lejos de ser una falta de respeto. Se dirige a la virgen como a la mujer sirofenicia, Mateo 15:28; como lo hizo con la mujer samaritana, Juan 4:21, mientras se dirigía a su desconsolada madre cuando colgaba de la cruz, Juan 19:26; como lo hizo con su amiga más cariñosa María Magdalena, Juan 20:15, y como los ángeles se habían dirigido a ella antes, Juan 20:13 ; y como San Pablo hace con la mujer cristiana creyente, 1 Corintios 7:16; en todos los lugares se usa el mismo término, γυναι, que aparece en este verso; y donde ciertamente no se pretende ningún tipo de falta de respeto, sino, por el contrario, complacencia, afabilidad, ternura y preocupación y en este sentido se utiliza en los mejores escritores griegos.

Mi hora aún no ha llegado... O bien, mi tiempo, pues en este sentido se toma a menudo la palabra ωρα. Mi tiempo para obrar un milagro aún no ha llegado del todo. Lo que hago, lo hago cuando es necesario, y no antes. La naturaleza es inestable, llena de prisas, y en consecuencia siempre se equivoca. La locura y el pecado de los hombres es que siempre están encontrando fallas en la divina providencia. Según ellos, Dios no hace nunca nada a su debido tiempo: se adelanta o se retrasa demasiado, mientras que es absolutamente imposible que la sabiduría divina se adelante a sí misma, o que la bondad divina retrase lo que es necesario.

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