Entonces dijo también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos también te inviten otra vez, y se te haga una recompensa.

Entonces dijo también al que le había invitado: Cuando hagas una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos también te llamen otra vez, y se te dé una recompensa , un temor que no aflige al mundo. Jesús ciertamente no quiso que prescindiésemos de los deberes de la comunión ordinaria. Pero como no había ningún ejercicio de principio involucrado en él, excepto el de la reciprocidad, y el egoísmo mismo sería suficiente para impulsarlo, su objetivo era inculcar, por encima de todo lo de este tipo, tales atenciones a los desvalidos y provisión para ellos como, de su incapacidad para hacer algo a cambio, manifestarían su propio desinterés y, como cualquier otro ejercicio de elevado principio religioso, encontrarían una correspondiente recompensa graciosa.

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