Como por su decreto eterno, de acuerdo con el propósito de su buena voluntad y complacencia, nos eligió para ser sus hijos adoptivos, y nos predestinó para ser salvos y glorificados por los méritos y la gracia de su amado Hijo, nuestro Redentor, sin ningún mérito nuestro para la gloriosa alabanza y las riquezas de su gracia, con la cual nos ha hecho abundar en toda sabiduría y verdadera prudencia. (Witham)

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