Juan 3:16

La expiación.

I. Como dijo uno de los más sabios de los paganos, todo tiene dos asas, una con la que se puede agarrar y otra con la que no se puede agarrar. El mango con el que se debe asir esta bendita verdad de la Expiación es lo que Cristo mismo nos señaló. Es la moral, es la forma práctica de manejarla, no teológica, no especulativa. Necesitamos la doctrina, sin duda, como un consuelo y no como un anatema. Lo necesitamos como un vínculo de unidad, no como una prueba de diferencia. Lo necesitamos como un incentivo a la santidad, no como una fuente de rencor.

II. Hay un aspecto de la Expiación que, cuando contemplamos, podemos comprender, y no solo comprender, sino adorar; porque se nos revela no sólo en su lado trascendente, sino también en su lado humano, no sólo en sus relaciones con Dios, sino también en sus efectos sobre el hombre. Y en este lado verán, si buscan en sus Biblias, que hay principalmente cuatro metáforas por las cuales se ensombrece. La expiación de Cristo se describe (1) como una ofrenda por el pecado; (2) como nuestra reconciliación con Dios; (3) como rescate de la esclavitud; (4) como la liberación de una deuda que estaba totalmente fuera de nuestro alcance para pagar.

Ahora aquí no tenemos ninguna duda, ningún misterio, solo bendición y paz. Cristo es nuestra ofrenda por el pecado. Cuando el antiguo israelita trajo su ofrenda por el pecado y vio la llama consumirla en el altar, creyó que de alguna manera, no sabía cómo, su pecado sería perdonado; pero por nosotros, Cristo, por el Espíritu Eterno, se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios. Cristo es nuestra reconciliación, no en tipo y sombra, sino en verdad.

Él, como mediador, ocupa el lugar de Dios para el hombre y el lugar del hombre para Dios. Cristo es nuestro rescate. ¿Estarías agradecido con alguien que, al encontrarte encadenado en un calabozo, rompió tus cadenas y abrió las puertas de tu prisión? Aquí hay una redención que te libera del cautiverio del pecado y de Satanás, el peor de todos los cautiverios. Cristo pagó nuestra pesada deuda. Si con un arrepentimiento sincero y una fe verdadera nos volvemos a Él, la deuda, la deuda del pasado horriblemente desperdiciado y profanado, la deuda del presente miserablemente arruinado y desperdiciado, se cancela y somos libres.

FW Farrar, Penny Pulpit, nueva serie, No. 1.024.

Referencias: Juan 3:16 . G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 6; Homilista, vol. iv., pág. 112; Ibíd., Nueva serie, vol. ii., pág. 526; Preacher's Monthly, vol. i., pág. 424; J. Keble, Sermones de Semana Santa, p. 400; Spurgeon, Sermons, vol. xxxi., núm. 1850; R. Glover, Christian World Pulpit, vol.

xxi., pág. 170. Juan 3:16 . Revista homilética, vol. xii., pág. 274; Revista del clérigo, vol. ii., pág. 271.

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