1-5 Varias cosas empeoraron la locura de los cristianos gálatas. Se les había predicado la doctrina de la cruz, y se les había administrado la cena del Señor, en la cual Cristo crucificado y la naturaleza de sus sufrimientos habían sido expuestos plena y claramente. ¿Se les había hecho partícipes del Espíritu Santo, por la administración de la ley, o a causa de alguna obra hecha por ellos en obediencia a la misma? ¿No fue por haber oído y abrazado la doctrina de la fe sólo en Cristo para la justificación? ¿A cuál de ellos reconoció Dios con muestras de su favor y aceptación? No fue por la primera, sino por la última. Y deben ser muy imprudentes los que permiten que se les aparte del ministerio y la doctrina que han sido bendecidos para su beneficio espiritual. Ay, que los hombres se aparten de la importantísima doctrina de Cristo crucificado, para escuchar distinciones inútiles, meras predicaciones morales o fantasías descabelladas. El dios de este mundo, por diversos hombres y medios, ha cegado los ojos de los hombres, para que no aprendan a confiar en un Salvador crucificado. Podemos preguntar audazmente dónde se manifiestan más evidentemente los frutos del Espíritu Santo, si entre los que predican la justificación por las obras de la ley, o entre los que predican la doctrina de la fe. Seguramente entre estos últimos.

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