12-14 Cristo vino a enseñarnos, no sólo lo que debemos saber y creer, sino lo que debemos hacer; no sólo hacia Dios, sino hacia los hombres; no sólo hacia los de nuestro partido y persuasión, sino hacia los hombres en general, todos con los que tenemos que ver. Debemos hacer con nuestro prójimo lo que nosotros mismos reconocemos como adecuado y razonable. En nuestro trato con los hombres, debemos suponer que estamos en el mismo caso y en las mismas circunstancias que aquellos con los que tenemos que tratar, y actuar en consecuencia. No hay más que dos caminos, el correcto y el incorrecto, el bueno y el malo; el camino del cielo y el del infierno; en uno u otro todos caminan: no hay lugar intermedio en el más allá, ni camino intermedio ahora. Todos los hijos de los hombres son santos o pecadores, piadosos o impíos. Vean, en cuanto al camino del pecado y de los pecadores, que la puerta es ancha y está abierta. Podéis entrar por esta puerta con toda vuestra lujuria; no dar freno a los apetitos ni a las pasiones. Es un camino ancho; hay muchos senderos en él; hay elección de caminos pecaminosos. Hay una gran compañía en este camino. Pero, ¿de qué sirve estar dispuesto a ir al infierno con otros, porque ellos no irán al cielo con nosotros? El camino a la vida eterna es estrecho. No estamos en el cielo tan pronto como atravesamos la puerta estrecha. Hay que negarse a sí mismo, mantener el cuerpo sometido y mortificar las corrupciones. Hay que resistir las tentaciones diarias; hay que cumplir con los deberes. Debemos velar en todas las cosas, y caminar con cuidado; y debemos pasar por muchas tribulaciones. Y, sin embargo, este camino debería invitarnos a todos; conduce a la vida: al consuelo presente en el favor de Dios, que es la vida del alma; a la bienaventuranza eterna, cuya esperanza al final de nuestro camino, debería hacernos fáciles todas las dificultades del mismo. Esta clara declaración de Cristo ha sido ignorada por muchos que se han esforzado en explicarla; pero en todas las épocas el verdadero discípulo de Cristo ha sido considerado como un personaje singular y fuera de moda; y todos los que se han puesto del lado del mayor número, han seguido el amplio camino de la destrucción. Si queremos servir a Dios, debemos ser firmes en nuestra religión. ¿Podemos oír a menudo hablar de la puerta estrecha y del camino angosto, y de cuán pocos son los que lo encuentran, sin dolernos de nosotros mismos, o considerar si hemos entrado en el camino angosto, y qué progreso estamos haciendo en él?

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