Cristo nos redimió de la maldición de la ley; la maldición de la ley, de la cual Cristo nos redimió, fue la que nos condenó a la miseria eterna; de donde se ha inferido justamente que la ley de Moisés, que se incluye en esta expresión, se estableció sobre la sanción de castigos futuros. Pero, además, es evidente que el curso del argumento del Apóstol aquí implica que todos los verdaderos creyentes son redimidos de la maldición y, en consecuencia, que él habla de una maldición a la que todos, como pecadores, eran responsables: mientras que el Los gentiles, al no tener ninguna obligación con la ley mosaica en absoluto, no podrían ser afectados directamente por su maldición, ni podrían, de hecho, ser afectados en absoluto por ella, de otra manera que la palabra ley en este lugar se incluye la ley de la naturaleza, o la ley adánica, así como la mosaica, como indudablemente debe hacerlo.

Cristo fue hecho maldición por nosotros, al soportar la pena que merecían nuestros pecados; pues tal fue la muerte que sufrió en nuestro lugar, no sólo cuando se la considera como pena capital, que universalmente implica algo de este tipo, sino como así estigmatizada por la declaración expresa de la ley, Deuteronomio 21:23 .

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