Gálatas 3:13

(con Romanos 5:21 ; 1 Corintios 15:56 ; Gálatas 4:1 ; Gálatas 4:5 ; Romanos 7:4 )

El Salvador de los hombres.

Tome la ilustración de un hombre que se está ahogando y compárela con la desventurada condición de los hombres pecadores. Para salvar al hombre debe haber seis condiciones de éxito.

I. Alguien de la orilla debe comprometerse a salvarlo.

II. El ayudante debe dejar la orilla y acercarse a él, para que pueda agarrarlo.

III. Para venir a él, su libertador debe entrar dentro del alcance de la ley. No hay otra forma de llegar a él que a través de la corriente. Cristo desciende cerca de donde estamos, para que los hombres no solo lo vean, sino que lo toquen, lo agarren, lo tomen de la mano.

IV. El salvador debe soportar la parte del hombre que se está ahogando en la maldición de la ley si quiere salvarlo. Viene la misma tensión que antes, pero el amigo del hombre soporta la tensión por él. Sólo con esta condición podrá salvarse. La fuerza de la ley que estaba en contra nuestra tuvo que ejercer su fuerza sobre Cristo.

V. No sólo debe el libertador cargar con la parte que le corresponde al sufriente de la fuerza de la ley que lo derriba, sino que debe tener la fuerza suficiente para soportarlo todo y volver a estar a salvo. Cristo no estuvo mucho tiempo sumergido bajo las olas. Recupera la orilla. Él lo ha superado todo. Él ha llevado toda la maldición. Todo se acabó. Y, sin embargo, vive omnipotente para salvar.

VI. El salvador y el salvo deben estar firmemente unidos. El hombre que se está ahogando no puede ser salvo a menos que esté apegado a su libertador, y de la misma manera, el pecador no puede ser salvo a menos que esté apegado a Jesucristo.

J. Monro Gibson, Christian World Pulpit, vol. xxv., pág. 56.

Referencias: Gálatas 3:13 . Spurgeon, Sermons, vol. XV., No. 873. Gálatas 3:16 . Revista del clérigo, vol. vii., pág. 89. Gálatas 3:19 .

Spurgeon, Sermons, vol. iii., No. 123. Gálatas 3:19 ; Gálatas 3:20 . El púlpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. Ii., P. 409. Gálatas 3:21 . E. White, Christian World Pulpit, vol.

xx., pág. 312. Gálatas 3:22 . Spurgeon, Sermons, vol. xix., núm. 1145; Revista del clérigo, vol. v., pág. 31; J. Edmunds, Sixty Sermons, pág. 351.

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