La Ley trajo una maldición, pero el cristiano es liberado de esa maldición. ¿Cómo? Cristo lo ha asumido. La crucifixión lo puso bajo la maldición de la ley. Al mismo tiempo, abolió el dominio de la Ley y abrió la bienaventuranza mesiánica tanto a los gentiles como a los judíos: en otras palabras, a todos los que se adhirieron al Mesías por la fe.

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