Verso 2 Corintios 11:6Pero aunque sea rudo en el hablar... ιδιωτης τω λογω Aunque hablo como un vulgar iletrado, con frases sencillas y sin adornos, sin estudiar ninguna de las gracias de la elocuencia; sin embargo, no soy inexperto en el más profundo conocimiento de Dios, de las cosas espirituales y eternas, de la naturaleza del alma humana y de las sanas verdades del sistema evangélico: vosotros mismos sois testigos de ello, pues en todas estas cosas me he manifestado plenamente entre vosotros.

Los hombres inspirados recibieron todas sus doctrinas inmediatamente de Dios, y a menudo las mismas palabras en las que esas doctrinas debían ser entregadas al mundo; pero en general el Espíritu Santo parece haberlos dejado a su propio lenguaje, impidiéndoles usar cualquier expresión que pudiera ser equívoca, o transmitir un sentido contrario al que Dios quería.

Que San Pablo escribía una lengua fuerte, nerviosa y suficientemente pura, lo atestiguan suficientemente sus propios escritos; pero las gracias de la lengua griega parece que no las estudió, o al menos no creyó oportuno utilizarlas; pues quizá no hay lengua en el mundo que sea tan apta para seducir al entendimiento por sus sonidos y armonía, como la griega. No es raro que los eruditos griegos, hasta el día de hoy, se extasíen con la armonía de un verso griego, cuyo sentido no se tiene en cuenta, y tal vez vale poco. Yo supondría que Dios evitaría que los escritores inspirados hablaran o escribieran así, para que el sonido no alejara al oyente del sentido; y para que sólo prevaleciera la fuerza persuasiva de la verdad, y la excelencia del poder pareciera ser de Dios y no del hombre. Tomando el tema desde este punto de vista, no veo ninguna razón para recurrir a la suposición, o más bien a la fábula, de que el apóstol tenía un impedimento en el habla, y que alude a esta enfermedad en el pasaje anterior.

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