(10) Confiese [sus] faltas unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. (11) La oración eficaz y ferviente del justo vale mucho.

(10) Porque Dios perdona los pecados de quienes los confiesan y reconocen, y no de quienes se justifican a sí mismos. Por tanto, añade el apóstol, debemos conversar libremente unos con otros acerca de esas enfermedades internas, para ayudarnos unos a otros con nuestras oraciones.

(11) El elogia las oraciones por los efectos que surgen de ellas, para que todos los hombres comprendan que no hay nada más eficaz que ellas, de modo que procedan de una mente pura.

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