El apóstol ahora se enfrentó a otra dificultad que podría surgir en la mente del judío, mostrando que el método de la gracia, a saber, imputar justicia en respuesta a la fe, está en armonía con toda la historia de Israel. Como ilustración de esto, el apóstol tomó el caso de Abraham, padre y fundador de la nación, y mostró cómo fue aceptado y recompensado por la fe, y no por las obras, tanto por su aceptación personal por Dios como por su posición como destinatario. de la promesa de una liberación venidera.

A este respecto se hizo la declaración que debe haber sido verdaderamente asombrosa a los oídos de un judío: que Abraham era el padre, no sólo de hombres circuncidados según la carne, sino de todos los que creen, aunque sean incircuncisos.

La esperanza mesiánica llegó a Abraham, no a través de la ley, porque ardía en su corazón y era el centro de la nación de la cual él fue el fundador por lo menos 400 años antes de que se diera la ley. El apóstol muestra el valor de esta historia. Es un testimonio que fortalece la fe y la confianza de aquellos que miran a Jesús y creen en él. La vida de resurrección que sigue a la resolución de la cuestión del pecado mediante nuestra justificación es el otorgamiento de Dios a los que creen en Jesús.

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