7-13 Comer un tipo de alimento y abstenerse de otro no tiene nada que recomendar a una persona a Dios. Pero el apóstol advierte que no se debe poner un obstáculo en el camino de los débiles, para que no se atrevan a comer lo que se ofrecía al ídolo, no como alimento común, sino como sacrificio, y sean así culpables de idolatría. El que tiene el Espíritu de Cristo en él, amará a los que Cristo amó hasta morir por ellos. Los daños que se hacen a los cristianos, se hacen a Cristo; pero sobre todo, el enredarlos en la culpa: herir sus conciencias, es herirlo a él. Debemos ser muy tiernos al hacer cualquier cosa que pueda causar tropiezo a otros, aunque sea inocente en sí misma. Y si no debemos poner en peligro las almas de los demás, ¡cuánto debemos cuidar de no destruir la nuestra! Que los cristianos se guarden de acercarse al borde del mal, o a la apariencia del mismo, aunque muchos lo hacen en asuntos públicos, para lo cual tal vez se amparan de manera plausible. Los hombres no pueden pecar así contra sus hermanos, sin ofender a Cristo y poner en peligro sus propias almas.

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