LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO A

LOS GÁLATAS

CAPÍTULO 1

CONTENIDO

Los gálatas eran gentiles que emigraron de la Galia a Grecia, por lo que se les llamó galo-griegos. Suidas piensa que estos galos eran senonianos, quienes, bajo el liderazgo de Brennus, invadieron Roma, pero siendo rechazados por Camilo, cruzaron a Grecia, y allí fueron derribados por una tormenta de lluvia y granizo mientras intentaban saquear Delphi los pocos. , dice, los que escaparon se llamaban galo-griegos o gálatas.

Sin embargo, Justin (lib. 25), S. Jerome y otros dan un relato diferente de ellos. Los gálatas limitaban con Capadocia al este, Bitinia al oeste, Panfilia al sur y el Mar Negro al norte. Según Plinio (lib. vc ult .), sus principales ciudades eran Tanio, Pessinuntis y Ancira. De su lenguaje, S. Jerónimo, en su comentario a la Epístola a los Gálatas (Proem.

liberación 2, in fine ), dice: "Aparte del griego usado por todo Oriente, su lengua propia es la misma que la de los treviri", es decir, el alemán. Como, pues, los gálatas derivaron su lengua junto con su origen de los galos, algunos piensan que el alemán era la lengua de estos últimos, y añaden que los francos procedían de la Franconia germana y de ahí obtuvieron su nombre.

Además, Clodoveo, el primer rey cristiano de los galos francos, recibe el nombre de sicámbrico. Así se dirigió a él San Remigio cuando iba a ser bautizado: "Inclina mansamente tu cuello, oh sicambro; adora lo que una vez quemaste; quema lo que una vez adoraste" (Greg. Tur. de Gestis Franc. lib. 31). Ahora bien, es seguro que los sicambros eran germanos. En resumen, S. Jerónimo, Josefo e Isidoro establecieron que los gálatas eran descendientes de Gomer, surgidos de los gomari o cimbrios, que eran germanos o muy parecidos a los germanos.

Algunos judíos convertidos habían inducido a estos gálatas a aceptar un Evangelio judaizado, citando el ejemplo de Pedro y otros Apóstoles, que observaban la Ley Mosaica. En consecuencia, S. Pablo los reprende duramente y los vuelve a llamar, señalando que los cristianos están libres de la Ley Antigua y no pueden someterse a ella. Aunque, dice, los judíos podrían guardarlo por un tiempo, para darle un entierro honorable, sin embargo, los gentiles y los gálatas no tenían esta razón, ni ninguna otra, para abrazar la ley de Moisés.

Si, por lo tanto, la habían abrazado, se debe suponer que lo hicieron bajo la creencia inculcada por los cristianos judaizantes de que la ley, así como el Evangelio, eran necesarios para la salvación. Este error el Apóstol condena por su declaración, que la profesión del Judaísmo es el derrocamiento del Cristianismo; porque la religión cristiana sostiene que el judaísmo ha sido abolido, y que no hay lugar para ninguna religión sino la de Cristo, que es la única necesaria y suficiente para la salvación. Este es el error que el Apóstol condena con tanta dureza.

El argumento de esta Epístola, por tanto, es el mismo que el de la Epístola a los Romanos, de la cual ésta puede considerarse un epítome, y con la cual tiene muchas ideas y expresiones en común, como lo señalan Jerónimo, Anselmo, Teofilacto y Crisóstomo. Hay, sin embargo, esta diferencia entre los dos, que en la Epístola a los Romanos él opone tanto a judíos como a gentiles, aquí judíos solamente; allí rechaza las obras de la ley así como las obras de la naturaleza, aquí sólo las de la ley, para poder establecer la fe de Cristo y las obras de la fe. Esto, entonces, ocupa la primera parte de la Epístola, a saber, cap. i. al v. 12; cap. El v. 13 hasta el final se ocupa de la instrucción moral.

Ephrem Syrus, Jerome, Athanasius, Theodoret y otros piensan que la Epístola fue escrita en Roma; pero Crisóstomo y Baronio rechazan esta opinión, sobre la base de que la mención de su encarcelamiento, habitual en sus otras cartas de Roma, falta en esto. Piensan, por tanto, que fue escrito antes de la Epístola a los Romanos, y en Efeso, o en alguna otra ciudad de Grecia. Pero el tiempo y el lugar de escritura no pueden determinarse ni por la Epístola misma ni por ninguna autoridad externa; y en este respecto es la más oscura de todas las epístolas de S. Paul. S. Jerónimo y Agustín escribieron elaborados comentarios al respecto, que aún se conservan.

SINOPSIS DEL CAPITULO

i. Reprende a los gálatas por dejarse seducir por el judaísmo, del Evangelio predicado por él, por innovadores y falsos maestros, contra los que pronuncia un anatema.

ii. Muestra (v. 11) la certeza de su Evangelio, por el hecho de haberlo recibido directamente de Cristo.

iii. Describe (v. 13) cómo, del judaísmo que defendía vigorosamente, se convirtió a Cristo, y se apartó para la predicación del Evangelio, y cómo atravesó Arabia, Damasco, Siria y Cilicia.

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