Él es la propiciación por nuestros pecados.

El propiciatorio en el tabernáculo judío se llamaba la propiciación. Allí se rociaba la sangre de la expiación por los pecados de todo el pueblo. Cristo es nuestro propiciatorio, la sangre rociada de la expiación, el limpiador del pecado, y no solo nuestro, sino del mundo entero. Por lo tanto, cuando intercede por aquellos que lo han empleado como su Abogado, señala el propiciatorio, donde Dios ha prometido misericordia, aun a sí mismo, el Cordero inmolado por los pecados del mundo. En esta Epístola, capítulo 4:10 se dice que Dios "envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados".

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad

Nuevo Testamento