Honra a todos los hombres La universalidad del precepto no debe limitarse por ninguna restricción arbitraria de su alcance a aquellos a quienes se debe honrar. San Pedro había sido enseñado por Dios "a no llamar a ningún hombre común o inmundo" ( Hechos 10:28 ). El hecho de que hubiera en cada hombre rastros de la imagen de Dios según la cual había sido creado, e infinitas capacidades no desarrolladas que podrían resultar en la restauración de esa imagen a su brillo original, era en sí mismo una razón para tratar a todos, incluso a los más viles y degradados, con cierta medida de respeto.

Es obvio que el mandato es perfectamente consistente con mostrar grados de honor de acuerdo con las variaciones en el carácter y la posición de los hombres. Casi parecería como si el Apóstol eligiera la forma más concisa y epigramática de estas grandes leyes de conducta para que su misma brevedad las grabara indeleblemente en la mente de sus lectores.

Ama la fraternidad En el griego, como en el inglés, el sustantivo abstracto se usa para expresar la unidad colectiva formada por muchos individuos. Dentro de la sociedad cristiana en la que todos eran hermanos, como hijos del mismo Padre, bien podía haber un sentimiento de afecto más cálido que el que se sentía por los que estaban fuera de ella. Si la regla de San Pedro parece a primera vista algo más estrecha que la de Mateo 5:44 ("Amad a vuestros enemigos"), cabe recordar que el amor especial de los hermanos no excluye otras formas y grados de amor, y que el amor de nuestro Señor las palabras quedan, pues, en toda su fuerza de obligatoriedad.

Temed a Dios. Honrar al rey El rey, como antes, es el Emperador. Los dos verbos parecen elegidos deliberadamente para expresar los sentimientos de la conducta del hombre con respecto a la autoridad divina y humana. Deben temer a Dios con el santo temor reverencial de los hijos, con ese temor que es "el principio de la sabiduría" ( Salmo 111:10 ; Proverbios 1:7 ).

No deben temer al hombre más que a Dios, por grande que sea la autoridad con la que está investido. La conducta de san Pablo ante el sumo sacerdote Félix, Festo y Agripa (Hch 23-26) puede señalarse como una ilustración práctica del precepto de san Pedro. Quizás podamos rastrear en la yuxtaposición de los dos preceptos una reproducción de la enseñanza de Proverbios 24:21 .

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