1 Cor. 13:13. "Y ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad; estas tres, pero la mayor de ellas es la caridad". El apóstol en este lugar no está comparando estos juntos como tres gracias distintas, sino como dones del Espíritu de Dios. No pueden ser propiamente tres gracias distributivamente distintas, o virtudes salvadoras, porque la caridad o el amor es la suma de todas las virtudes salvadoras, como aparece abundantemente en la parte anterior del capítulo, y en otros innumerables lugares de la Escritura.

El amor es un ingrediente de la fe salvadora, y es lo más esencial en ella, es su vida y su alma, y ​​lo es también en la esperanza. El apóstol está aquí comparando dones del Espíritu, y no gracias , como se manifiesta en el último versículo del capítulo anterior, y los versículos anteriores de este y el comienzo del siguiente; lo que hay en la fe y la esperanza, que es distinto del amor, que son principios o ejercicios de la mente que también se llaman con los nombres de fe y esperanza, aunque no son fe y esperanza cristianas y salvadoras, pero son principios que son dones de Dios. Y en esos tres dones de la mente, la fe, la esperanza y el amor, están los tres dones en los que se ha de resolver todo el cristianismo, como principio de la mente.

El primero, a saber. La fe, a diferencia del amor, tiene su sede puramente en el entendimiento, y consiste en el entendimiento de las cosas divinas y en la aprehensión de su realidad. La esperanza, si entendemos aquella que es distinta del amor, tiene su asiento tanto en el entendimiento como en la voluntad o inclinación natural, y aprehende no sólo la realidad de las cosas divinas, sino también nuestro interés por ellas.

El amor tiene su asiento en la voluntad espiritual y aprehende las cosas divinas como amables. Y en estos tres consiste todo el respeto que la mente del hombre tiene a las cosas divinas en que consiste el cristianismo de la mente; y esos tres, cuando se juntan y se unen en uno, constituyen la fe salvadora, o el abrazo salvífico del alma a Cristo, y el cristianismo. Pero de estos tres constituyentes de la fe que justifica, el amor es el mayor; los otros dos son el cuerpo, es decir, el alma.

1 Cor. 15:21-23

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