Y la palabra se hizo carne. Esta palabra, o Hijo de Dios, que estaba en el principio, desde toda la eternidad, en el tiempo señalado por los decretos divinos, se hizo carne, es decir, se hizo hombre, por una unión verdadera y física de su persona divina, (de la cual el la naturaleza divina era inseparable) a nuestra naturaleza humana, a un alma humana, y un cuerpo humano, en el vientre, y de la sustancia, de su Madre virgen.

Desde el momento de la encarnación de Cristo, como se enseña a creer a todos los cristianos, el que fue Dios desde la eternidad, se convirtió también en verdadero hombre. En Jesucristo, nuestro bendito Redentor, creemos una Persona divina con dos naturalezas y dos voluntades; el uno divino, el otro humano: mediante la cual unión sustancial, una y la misma Persona se convirtió en verdad tanto en Dios como en el hombre; no dos personas, ni dos hijos, como pretendía Nestorio, el hereje.

Por esta unión, y una comunicación mutua de las propiedades de cada naturaleza, es cierto que el Hijo de Dios, permaneciendo inmutablemente Dios, se hizo hombre; y, por tanto, que Dios fue verdaderamente concebido y nacido de la virgen María, quien, por esta razón, fue verdaderamente la Madre de Dios: que Dios nació, sufrió y murió en la cruz para redimirnos y salvarnos. La palabra, de esta manera hecha hombre, habitó en nosotros, o entre nosotros, por esta unión sustancial con nuestra naturaleza humana, no sólo moralmente, ni de tal manera, como se dice que Dios habita en un templo; ni como está en sus siervos fieles, por una unión espiritual, que la misma persona es verdaderamente Dios y hombre.

--- Y vimos su gloria, manifestada al mundo por muchas señales y milagros; nosotros en particular, que estuvimos presentes en su transfiguración. (Mateo xvii.) --- Lleno de gracia y verdad. Estas palabras, en la construcción, deben unirse de esta manera: la palabra habitó en nosotros, llena de gracia y de verdad; y hemos visto su gloria, etc. Esta plenitud de gracia en Cristo Jesús superó infinitamente la plenitud limitada que la Escritura atribuye a S.

Esteban, (Hechos vi. 8.) oa la Santísima Virgen Madre: (Lucas i. 28.) se dice que están llenos de gracia, solo por una comunicación extraordinaria y una mayor participación de gracias de la que se les dio a otros santos. Pero Cristo, como hombre, su gracia y santidad eran infinitas, como lo era su persona. --- Como del unigénito del Padre. [3] Si consideramos a Cristo en sí mismo, y no solo como fue dado a conocer a los hombres por señales y milagros externos, S.

Juan Crisóstomo y otros se dan cuenta de que la palabra como, de ninguna manera disminuye el significado; y que el sentido es, hemos visto la gloria de Aquel que es verdaderamente desde toda la eternidad el unigénito Hijo del Padre: quien, como nos aseguran las Escrituras, es su verdadero, su propio Hijo, su unigénito, que fue enviado al mundo, quien descendió del cielo y vino del Padre, y dejando el mundo, volvió a donde estaba antes, volvió a su Padre.

Nos encontraremos con muchos de estos textos bíblicos, para mostrarle que es el Hijo eterno de su Padre eterno; o mostrar que el Padre fue siempre su Padre, y el Hijo siempre su Hijo: como era la doctrina constante de la Iglesia Católica, y como tal declaró en el concilio general de Niza, que éste, su único Hijo, había nacido o engendrado del Padre antes de todos los siglos ... Dios de Dios, el Dios verdadero del Dios verdadero.

Fue negando esta verdad, "que el Hijo era el Hijo siempre, y el Padre siempre, y desde la eternidad, el Padre"; que el blasfemo Arrio comenzó su herejía en su carta a Eusebio de Nicomedia, contra su obispo de Alejandría, San Alejandro. Vea la carta copiada por San Epifanio, Hær. 69. p. 731. Ed. Petavii. (Witham) --- habitó entre nosotros. En un cuerpo material, como el nuestro, revestido de nuestra naturaleza.

Se ha vuelto mortal y como nosotros en todo, menos en pecado y concupiscencia. El griego traducido literalmente, es que ha levantado su tienda entre nosotros, como un extraño y pasajero, que no se queda mucho tiempo en un lugar. En las Escrituras, el cuerpo a veces se llama tienda o tabernáculo, en el que habita el alma, como 2 Pedro i. 14. (Calmet)

[BIBLIOGRAFÍA]

Gloriam cuasi Unigeniti, griego: os monogenous. San Juan Crisóstomo dice, la palabra cuasi, griega: os, aquí no disminuye, ni siquiera confirma y aumenta el significado; como cuando decimos de un rey, que se comporta como un rey. Griego: To de os entauthen ouch omoioseos estin, alla bebaioseos.

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