Abraham, antes de su vocación, era idólatra, según Josefo; (Antigüedades judías, lib. I. Cap. Viii.) Según algunos de los rabinos, y como parece insinuar la Escritura misma, Josué cap. xxiv; Isaias xliii; Sabiduría x; Judith v. No mereció entonces su vocación a la fe por sus obras. Pero cuando Dios lo llamó y lo hizo salir de su país, cuando le prometió una posteridad innumerable, Abraham creyó en sus promesas, y le fue contado ante la justicia, que su fe y su justicia eran el puro don de Dios. Dios. Su fe no fue solamente una fe muerta y especulativa, sino una fe activa, una fe animada por la caridad, como se desprende de la secuela de su vida. (Calmet)

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