Que nacieron, no de sangre, - Los que así creyeron en él, llegaron a poseer este privilegio; no como consecuencia de haber nacido de sangre, o de haber sido descendiente de los lomos de los santos patriarcas, o haber participado en la circuncisión y la sangre de los sacrificios; ni podrían atribuirlo a la voluntad de la carne, ni a su propia sabiduría y bondad superiores; como si por el poder de la naturaleza corrupta se hubieran diferenciado; ni a la voluntad del hombre, ni a los consejos más sabios y las exhortaciones más poderosas que sus semejantes pudieran dirigirles; pero debe reconocer humildemente que nacieron de Dios; y en deuda con las influencias eficaces de su gracia inmerecida y regeneradora por todos sus privilegios y por todas sus esperanzas.

Compare Juan 3:1 y Tito 3:3 . Este es un sentido muy importante y edificante del presente pasaje, que es muy difícil y ha sido traducido y entendido de diversas maneras.

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