Gálatas 3:1-29

1 ¡Oh gálatas insensatos, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado como crucificado! ¿Quién les hechizó?

2 Solo esto quiero saber de ustedes: ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe?

3 ¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora terminarán en la carne?

4 ¿Tantas cosas padecieron en vano, si de veras fue en vano?

5 Entonces, el que les suministra el Espíritu y obra maravillas entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?

6 De la misma manera, Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

7 Por lo tanto, sepan que los que se basan en la fe son hijos de Abraham.

8 Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.

9 Desde luego, los que se basan en la fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe.

10 Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas.

11 Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque el justo vivirá por la fe.

12 Ahora bien, la ley no se basa en la fe; al contrario, el que hace estas cosas vivirá por ellas.

13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),

14 para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles, a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe.

15 Hermanos, hablo en términos humanos: Aunque un pacto sea de hombres, una vez ratificado, nadie lo cancela ni le añade.

16 Ahora bien, las promesas a Abraham fueron pronunciadas también a su descendencia. No dice: “y a los descendientes”, como refiriéndose a muchos, sino a uno solo: y a tu descendencia, que es Cristo.

17 Esto, pues, digo: El pacto confirmado antes por Dios no lo abroga la ley, que vino cuatrocientos treinta años después, para invalidar la promesa.

18 Porque si la herencia fuera por la ley ya no sería por la promesa; pero a Abraham Dios le ha dado gratuitamente la herencia por medio de una promesa.

19 Entonces, ¿para qué existe la ley? Fue dada por causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien había sido hecha la promesa. Y esta ley fue promulgada por medio de ángeles, por mano de un mediador.

20 Y el mediador no es de uno solo, pero Dios es uno.

21 Por consecuencia, ¿es la ley contraria a las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si hubiera sido dada una ley capaz de vivificar, entonces la justicia sería por la ley.

22 No obstante, la Escritura lo encerró todo bajo pecado para que la promesa fuera dada por la fe en Jesucristo a los que creen.

23 Pero antes que viniera la fe estábamos custodiados bajo la ley, reservados para la fe que había de ser revelada.

24 De manera que la ley ha sido nuestro tutor para llevarnos a Cristo, para que seamos justificados por la fe.

25 Pero, como ha venido la fe, ya no estamos bajo tutor.

26 Así que, todos son hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús

27 porque todos los que fueron bautizados en Cristo se han revestido de Cristo.

28 Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.

29 Y ya que son de Cristo, ciertamente son descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa.

PABLO CENSURA A LOS GALATAS POR ABANDONAR LA FE POR EL LEGALISMO. LA JUSTIFICACION ES VINDICADA POR LA FE. LA LEY VIENE DESPUES DE LA PROMESA. LOS CREYENTES SON LOS DESCENDIENTES ESPIRITUALES DE ABRAHAN, QUIEN FUE JUSTIFICADO POR LA FE. LA LEY FUE NUESTRO AYO PARA LLEVARNOS A CRISTO A FIN DE QUE SEAMOS HIJOS DE DIOS POR LA FE. ¡Oh Gálatas insensatos! ¿quién os fascinó—de suerte que habéis perdido el juicio? Temistio dice que los gálatas eran naturalmente muy perspicaces en inteligencia. Por esto Pablo se maravilla de que ellos fuesen tan engañados en este caso. a vosotros—Enfático en el griego original, omitido en nuestra versión. “Vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo ha sido descrito tan gráficamente (lit., por escrito, y de una manera tan viva en la predicación) entre vosotros, como crucificado” (así lo requieren el sentido y el orden en el original griego). Así como Cristo fué “crucificado”, así vosotros deberíais haber sido “crucificados con Cristo” por la fe, y ser “muertos a la ley” (cap. 2:19, 20). La referencia a los “ojos” es apropiada, pues la “fascinación”, según se suponía, era inducida por los ojos. El contemplar al Cristo crucificado debería haber sido suficiente para contrarrestar toda fascinación. para no obedecer a la verdad—Omitido en los manuscritos más antiguos.

2. Esto solo quiero saber …¿Recibisteis el Espíritu—manifestado por milagros externos, v. 5; Marco 16:17; Hebreos 2:4; y por gracias espirituales, v. 14; cap. 4:5, 6; Efesios 1:13. La expresión “esto solo” da a entender, que “deseo, omitiendo otros argumentos, plantea la cuestión solo sobre eso:” yo, que era vuestro maestro, deseo ahora “aprender” esta cosa sola de vosotros. El epíteto “Santo” no se agrega a “Espíritu”, porque aquel epíteto es gozoso, mientras que esta Epístola es austera y censurante. [Bengel.] por las obras de la ley, o por el oír de la fe—La fe consiste, no en obrar, sino en recibir (Romanos 10:16).

3. ¿habiendo comenzado—la vida cristiana (Filipenses 1:6). por el Espíritu—No solamente fué Cristo crucificado—“gráficamente presentado” en mi predicación—sino que también “el Espíritu” confirmó la palabra predicada, dándoos sus dones espirituales. “Habiendo comenzado” con recibir sus dones espirituales, ahora os perfeccionáis por la carne?Griego, “¿estáis siendo hechos perfectos?” Es decir, ¿estáis buscando ser hechos perfectos cumpliendo con las ordenanzas carnales de la ley? [Estio]. Véanse Romanos 2:28; Filipenses 3:3; Hebreos 9:10. Habiendo empezado en el Espíritu, es decir, en el Espíritu Santo que gobierna vuestra vida espiritual como su “esencia y principio activo” [Ellicott], en contraste con “la carne”, el elemento en el cual obra la ley [Alford]; habiendo empezado vuestro cristianismo en el Espíritu, es decir, en la vida divina que procede de la fe, ¿estáis buscando algo superior todavía (el perfeccionamiento de vuestro cristianismo) en lo sensual y terreno, lo que no puede elevar la vida interior del Espíritu, es decir, en ceremonias externas? [Neander]. Sin duda los gálatas creían ir más a fondo en el Espíritu; porque la carne puede ser fácilmente considerada como el Espíritu, aun por los que han hecho progresos, si no continúan manteniendo una fe pura. [Bengel].

4. ¿Tantas cosas habéis padecido—Tales como las persecuciones de los judíos y de sus compatriotas incrédulos quienes fueron incitados por los judíos en ocasión de vuestra conversión. en vano?—Es decir, sin provecho, sin necesidad, puesto que habríais podido evitarlas profesando el judaísmo. [Grocio]. O, cayendo de la gracia, ¿perderéis la recompensa prometida por todos vuestros sufrimientos, de suerte que éstos serán “en vano” (cap. 4:11; 1 Corintios 15:2, 1 Corintios 15:17, 1 Corintios 15:29; 2 Tesalonicenses 1:5; Joel 1:8)? si empero en vano—Si en realidad es en vano”. [Ellicott, etc.] “Si, como tiene que ser, lo que he dicho es realmente el hecho”. [Alford]. Prefiero entenderlo como una mitigación de las palabras anteriores: Espero cosas mejores de vosotros, porque confío en que os volveréis del legalismo a la gracia; en tal caso, como confiadamente espero, no habréis “sufrido tantas cosas en vano”. [Estio.] Porque “Dios os ha dado el Espíritu, y ha obrado maravillas entre vosotros” (v. 5; Hebreos 10:32). [Bengel].

5. Aquel … que os daba el Espíritu—“proveía” o “suplía” (2 Corintios 9:10). Dios el que os proveía y provee del Espíritu todavía hasta el presente. Los milagros no prueban que la gracia esté en el corazón (Marco 9:38). Habla Pablo de estos milagros como un asunto de notoriedad indisputable entre las personas referidas; una prueba natural de su realidad (1 Corintios cap. 12). y obraba maravillas entre vosotros—Más bien, “en vosotros”, como en el cap. 2:8; Mateo 14:2; Efesios 2:2; Filipenses 2:13; en vuestra conversión y desde entonces. [Alford]. ¿hacíalo por las obras de la ley, o por el oír de la fe?—No podía ser como consecuencia resultante de (así el griego) las obras de la ley (véase v. 2). Esto no puede ser, porque cuando recibisteis estos dones del Espíritu, la ley os era desconocida.

6. La contestación a la pregunta del v. 5 está aquí sobreentendida: Fué por el oír de la fe; y continuando con esta idea, dice: “Así como Abraham creyó”, etc. (Génesis 15:4; Romanos 4:3). Dios os proporciona el Espíritu como resultado de la fe, y no de las obras, exactamente como Abrahán consiguió la justificación por fe y no por obras (vv. 6, 8, 16; cap. 4:22, 26, 28). Donde está la justificación, allí está el Espíritu, de modo que si aquélla viene por fe, también éste tiene que venir así.

7. los que son de fe—como la fuente y origen de la vida espiritual. La misma frase se halla en el griego de Romanos 3:26. los tales son hijos de AbrahamEstos, y éstos solos, a la exclusión de todos los demás descendientes de Abrahán.

8. Ygriego, “Además”. viendo antes—o previendo. Una gran excelencia de las Escrituras es que los puntos propensos a ser controvertidos en ellas, son decididos, con sabiduría presciente, en el lenguaje lo más apropiado. que Dios por la fe había de justificar—Más bien, “justifica”, presente de indicativo. La fe es ahora, y ha sido siempre, la única manera que Dios usa para justificar. a los Gentiles—“Los gentiles” o “las naciones”, como la misma palabra griega se traduce al fin del versículo. Dios justifica también a los judíos “por fe, no por obras”. Pero aquí especifica a los gentiles en particular, ya que era el caso de ellos el que se debatía por ser los gálatas gentiles. evangelizó antes a Abraham—“Anunció de antemano el evangelio”; porque la “promesa” fué substancialmente el evangelio dado con anticipación. Véase Juan 8:56; Hebreos 4:2. Esto es una prueba de que “los antiguos padres no buscaban sólo promesas transitorias” (Artículo VII., Iglesia de Inglaterra). Así, pues, el evangelio, en su germen esencial, es más antiguo que la ley, aunque el pleno desarrollo de aquél es subsiguiente a ésta, diciendo: En ti—No “en tu simiente”, lo que no es el punto en cuestión aquí; estrictamente “en ti”, y los seguidores de tu fe, la cual mostró primero el camino a la justificación delante de Dios [Alford]; o “en ti” como padre de la simiente prometida, es decir, Cristo (v. 16), quien es el objeto de la fe (Génesis 22:18; Salmo 72:17), e imitando tu fe (véase Nota, v. 9). todas las naciones—o como arriba, “todos los gentiles” (Génesis 12:3; Génesis 18:18; Génesis 22:18). serán benditas—un acto de gracia, no algo comprado por las obras. Abrahán fué bendito al ser justificado por la fe en la promesa, no por las obras. Así a los que siguen a Abrahán, el Padre de los creyentes, la bendición, o sea, la justificación, viene sólo por la fe en aquel quien es el sujeto de la promesa.

9. Luego los—y ellos solos. de la feNota, v. 7, principio. son benditos con—junto con. el creyente Abraham—El término “creyente” da a entender aquello por lo cual son “bendecidos junto con él”, es decir, la fe, el rasgo prominente de su carácter; y de la cual el resultado para todos los que como él la tienen, es la justificación.

10. Confirmación del v. 9. Los que dependen de las obras de la ley, no pueden participar en la bendición, porque están bajo la maldición “escrita”, Deuteronomio 27:26, de la Versión Septuaginta. La obediencia perfecta se reclama por las palabras “en todas las cosas”; y la obediencia continua, por la palabra “permaneciere”. Nadie rinde semejante obediencia (véase Romanos 3:19). Se notará que Pablo cita las Escrituras a los judíos, quienes tenían conocimientos de ellas, diciendo: “como se dice”; pero a los gentiles, se refiere a ellas diciendo: “como está escrito”. Así también Mateo, escribiendo para los judíos, las cita diciendo: “como se dice”; Marcos y Lucas, escribiendo para los gentiles, las menciona diciendo: “como está eserito” (Mateo 1:22; Marco 1:2; Lucas 2:22) [Townson].

11. Mas por cuanto por la ley ninguno se justificaGriego, “en la ley”. Tanto en como por. El silogismo en este versículo y en el v. 12, según las Escrituras, “El justo vivirá por la fe”. Pero la ley no es de fe, sino del hacer de obras (es decir, la ley hace que las obras y no la fe, sean la base condicional de justificar). Por lo tanto, ningún hombre es justificado delante de Dios por la ley (sea cual fuere el caso delante de los hombres, Romanos 4:2), ni aun si pudiera cumplirla, lo que no puede hacer, porque el elemento escriturario y el medio condicional de la justificación es la fe. el justo por la fe vivirá—(Romanos 1:17; Habacuc 2:4). No como opinan Bengel y Alford, “El que es justo por la fe, vivirá”. También hay un contraste entre “vivirá por la fe” (como la base y la fuente de su justificación) y “vivirá en ellos”, en sus hechos u obras (v. 12), como el elemento condicional en el cual es justificado.

12. El hombre que los hiciere—Muchos dependían de la ley, aunque no la guardaban; pero sin hacerlo, dice Pablo, no es de utilidad para ellos (Romanos 2:13, Romanos 2:17, Romanos 2:23; Romanos 10:5).

13. Cristo nos redimió de la maldición de la ley—Exclamación abrupta, como se separa impacientemente como para desligarse de aquellos que querían envolvernos nuevamente en la maldición de la ley, buscando justificación en ella y unirse aCristo”, quien “nos redimió de la maldición de la ley”. El “nos” se refiere primeramente a los judíos, a quienes pertenecía principalmente la ley, en contraste con “los gentiles” (v. 14; compárese cap. 4:3, 3); pero no está limitado sólo a los judíos, como cree Alford; porque éstos representan el mundo en general, y la “ley” de ellos es incorporación de lo que Dios demanda del mundo entero. La maldición por la falta de cumplimiento de la ley afecta a los gentiles a través de los judíos; porque la ley representa aquella justicia que Dios desea de todos, y que, ya que los judíos no la cumplieron, los gentiles son igualmente incapaces de cumplirla. El versículo 10: “Todos los que son de las obras de la ley, están bajo maldición”, se refiere claramente, no a los judíos solamente, sino a todos, aun a los gentiles (como los gálatas) que buscan la justificación por la ley. La ley de los judíos representa la ley universal la cual condenó a los gentiles, aunque con reconocimiento menos claro de su parte (Romanos cap. 2). La revelación de la “ira” de Dios. por medio de la ley de la conciencia, en algún grado preparó a los gentiles para apreciar la redención hecha por Cristo cuando ésta les fué revelada. La maldición tenía que ser quitada de encima de los paganos, así como de los judíos, a fin de que la bendición, por Abrahán, llegara hasta ellos. De consiguiente, el “nosotros” de la frase, “para que recibamos la promesa del Espíritu”, evidentemente se refiere a los judíos y a los gentiles. Cristo nos redimióNos compró, libertándonos de nuestra esclavitud anterior (cap. 4:5), y “de la maldición” bajo la cual están todos los que confían en la ley y en las obras de la ley para su justificación. Los gálatas gentiles, poniéndose bajo la ley, estaban bajo la maldición de la cual Cristo había redimido primeramente a los judíos, y por medio de ellos a los gentiles. El precio de la redención que él pagó, fué su propia sangre preciosa (1 Pedro 1:18; comp. Mateo 20:28; Hechos 20:28; 1 Corintios 6:20; 1 Corintios 7:23; 1 Timoteo 2:6; 2 Pedro 2:1; Apocalipsis 5:9). hecho por nosotros maldición—Cristo llegó a ser a favor de nosotros, lo que nosotros eramos antes: “una maldición”, para que dejáramos de ser maldición. No que seamos meramente malditos (en lo concreto), sino una maldición en lo abstracto, llevando la maldición universal de toda la raza humana. Así en 2 Corintios 5:21 : “hizo pecado por nosotros”, no significa que haya sido pecaminoso, sino que llevó todo el pecado de nuestra raza, considerado como un inmenso conjunto de pecado. Véase Nota. La palabra “anatema” quiere decir “puesto aparte para Dios”, para su gloria, aunque incluya la destrucción misma de la persona; pero también significa “maldición”, es decir, execración. porque está escritoDeuteronomio 21:23. El que Cristo haya llevado la maldición particular de ser colgado en la cruz, es un ejemplo de la maldición general que él llevó en nuestro lugar. Los judíos no mataban a los reos por crucifixión; sino que después de haberlos muerto de otra manera, a fin de señalarlos con oprobio peculiar, colgaban sus cuerpos en un madero, y tales malhechores eran malditos por la ley (comp. Hechos 5:30; Hechos 10:39). La providencia de Dios así lo ordenó de modo que para cumplir la maldición y otras profecias fuese crucificado Jesús, y así fuese colgado en madero, aunque aquella muerte no era la forma judía de aplicar la pena capital. Los judíos de consiguiente, por desprecio, le llamaban “el colgado”, Tolvi, y a los cristianos, “adoradores del colgado”; y consideran una grave falta el que Cristo haya sufrido la muerte maldita. [Trifo, en Justino Mártir, p. 249; 1 Pedro 2:24]. Fué colgado entre el cielo y la tierra como si fuese indigno de ambos.

14. Para que la bendición de Abraham, etc.—La intención de Dios en el hecho de que “Cristo fué hecho por nosotros maldición”, fué “para que la bendición de Abraham (prometida a Abraham, es decir, la justificación por la fe) fuese sobre los gentiles” (v. 8) para que por la fe—no por obras. Aquí él reanuda el pensamiento del v. 2. “El Espíritu desde fuera enciende dentro de nosotros la chispa de fe por la cual nos apoderamos de Cristo, y aun del Espíritu mismo, a fin de que él pueda vivir en nosotros” [Flacio]. por la fe recibamos la promesa del Espíritu—el Espíritu prometido (Joel 2:28; Lucas 24:49). Esta cláusula no sigue inmediatamente a la cláusula anterior (porque el que recibamos el Espíritu no es el resultado de la venida de la bendición de Abrahán sobre los gentiles), sino a la cláusula “Cristo nos redimió”.

15. hablo como hombre—Tomo una ilustración, o ejemplo, de una transacción meramente humana de acontecimiento diario. Aunque un pacto sea de hombre—cuyo propósito no es tan importante mantener. siendo confirmado—cuando una vez ha sido ratificado. nadie lo cancela—“nadie lo anula”, ni aun el autor mismo, y mucho menos una segunda parte. Nadie que lo hace así obra legalmente. Mucho menos lo haría un Dios justo. La ley aquí por personificación se considera como una segunda persona, distinta de, y subsiguiente a, la promesa de Dios. La promesa es eterna, y más peculiarmente pertenece a Dios. La ley es considerada como algo extraño, excepcional y temporal, que fué introducido después (vv. 17-19, 21-24). o le añade—Nadie agrega condiciones nuevas “abrogando” el pacto, “invalidándolo” (v. 17). Así pues, el judaísmo legalista no hace ningún cambio en la relación fundamental entre Dios y el hombre ya establecida por las promesas hechas a Abrahán; ni podría añadir como condición nueva la observancia de la ley, y en tal caso el cumplimiento de la promesa sería agregado a una condición imposible, que el hombre ejecutase. El pacto aquí es un pacto de gracia libre, promesa que más tarde fué llevada a efecto en el evangelio.

16. Este versiculo es parentético. A Abraham fueron hechas las promesas—El pacto de las promesas no fué “dicho” (así el griego, solamente a) Abrahán, sino a “Abrahán y a su simiente” (a ésta especialmente), es decir, Cristo (y lo que es inseparable de él, el Israel literal, y el espiritual: su cuerpo, la iglesia). Como Cristo no había venido cuando fué dada la ley, el pacto no pudo haberse cumplido entonces, mas se esperaba la venida de él, la simiente, a quien fué pronunciado. promesas—plural, porque la misma promesa había sido repetida a menudo (Génesis 12:3, Génesis 12:7; Génesis 15:5, Génesis 15:18; Génesis 17:7; Génesis 22:18), y porque incluía muchas cosas: bendiciones terrenales a los hijos literales de Abrahán en Canaán, y bendiciones celestiales a sus hijos espirituales; pero ambas fueron prometidas a Cristo “la simiente”, la Cabeza representativa del Israel literal y espiritual también. En la simiente espiritual no hay distinción de judío o gentil; pero con respecto a la simiente literal, algunas promesas todavía esperan su cumplimiento (Romanos 11:26). El pacto no fué hecho con muchas “simientes” (si hubiera sido así, podría existir un pretexto para suponer que hubiera una simiente antes de la ley, y otra bajo la ley; y que los nacidos de una simiente, digamos la judía, serían admitidos bajo condiciones diferentes, y con un grado superior de aceptabilidad, que aquellos nacidos de la simiente gentil), sino con una simiente; por lo tanto, la promesa de que en él “serán bendecidas todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3), une en esta única Simiente: Cristo, a judíos y a gentiles, como coherederos bajo las mismas condiciones de aceptabilidad, es decir, por gracia mediante la fe (Romanos 4:13). No serán admitidos unos por la promesa, otros por la ley, sino todos por igual, circuncisos e incircuncisos, los cuales no constituyen sino una simiente en Cristo (Romanos 4:16). La ley, por otra parte, contempla a judíos y a gentiles como simientes distintas. Dios hace un pacto, pero es un pacto de promesa; mientras que la ley es un pacto de obras. Mientras que la ley introduce un mediador, una tercera persona (vv. 19, 20), Dios hace su pacto de promesa con una simiente, Cristo (Génesis 17:7), y abarca a otros sólo cuando ellos sean identificados con, y representados, por Cristo. Y a tu simiente la cual es Cristo—No en el sentido exclusivo, el hombre Cristo Jesús, sino “Cristo” (Jesús no se añade, lo que limitaría el sentido), incluyendo a su pueblo que es parte de su persona, como el Segundo Adán, y Cabeza de la humanidad redimida. Versículos 28 y 29 prueban esto: “Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (El nombre Jesús se agrega ya que su persona es la indicada). “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente si miente de Abrahán sois, y conforme a la promesa, los herederos”.

17. Esto pues digo—“Esto es lo que quiero decir”, por lo que dije en el v. 15. el contrato confirmado de Dios—“ratificado por Dios” (v. 15). para con Cristo—La versión Vulgata, y las versiones italianas y las inglesas, dicen “en Cristo”. Pero los manuscritos más antiguos omiten la frase del todo. la ley que fué hecha, etc.—Griego, “que vino a ser 430 años más tarde” (Éxodo 12:40). El no agrega, como en el caso del pacto, que fué “constituída por Dios” (Juan 1:17). La dispensación de “la promesa” empezó con el llamamiento de Abrahán desde Ur a Canaán, y terminó en la última noche de la morada de su nieto Jacob en Canaán, la tierra de promesa antes de partir a Egipto. La dispensación de la ley, que engendra la esclavitud, empezó desde el tiempo de su entrada en Egipto, la tierra de esclavitud. Fué a Cristo, en Jacob así como en su abuelo Abrahán y su padre Isaac, pero no a él ni a ellos como personas, a quien fué pronunciada la promesa. El día siguiente a la última repetición de la promesa pronunciada oralmente por Dios (Génesis 46:1), en Beerseba, Israel pasó a Egipto. Es desde el fin, no desde el principio de la dispensación de la promesa, de donde el intervalo de 430 años entre ella y la ley ha de ser contado. En Beerseba, después del pacto con Abimelec, Abrahán invocó al Dios eterno y el pozo fué confirmado como propiedad suya y de su simiente para siempre. Fué aquí donde Dios apareció a Isaac. Y aquí Jacob recibió la promesa de la bendición, por la cual Dios había llamado a Abrahán desde Ur, y que fué repetida por última vez en la última noche de su morada en la tierra de la promesa. no lo abroga—La promesa quedaría abrogada si el poder de conferir la herencia fuera transferido de ella a la ley (Romanos 4:14).

18. la herencia—Todas las bendiciones que serán heredades por los hijos literales y espirituales de Abrahán, según la promesa hecha a él y a su Simiente, Cristo, inclusive la justificación y la glorificación (cap. 4:7; Romanos 8:17; 1 Corintios 6:9). empero Dios, etc.—El orden del griego requiere más bien: “Empero a Abrahán fué por la promesa que Dios se la ha dado”. La conclusión es: Por lo tanto la herencia no es de, o de parte de, la ley (Romanos 4:14).

19. “¿Para qué, pues, sirve la ley?”, como no es eficaz para la justificación, ¿es inútil o contraria al pacto de Dios? [Calvino]. Fué puesta por causa de las rebelionesGriego, “añadida”, al pacto original de la promesa. Pero esto no es inconsecuente con el v. 15, “Nadie … le añade”; porque allí la clase de añadidura sobreentendida, y por lo tanto prohibida, es una que agregaría condiciones nuevas, inconsecuentes con el pacto de la promesa. La ley, aunque malentendida así por los judaizantes como que hiciera esto, fué en realidad puesta con un propósito diferente, es decir, “por causa de las rebeliones”, esto es, para poner en luz más clara las violaciones de la ley (Romanos 7:7); para hacer más completamente conscientes a los hombres de sus pecados, al reconocerlos como transgresiones de la ley, y así hacer que ansiasen la llegada del Salvador prometido. Esto concuerda con los vv. 23, 24; Romanos 4:15. El sentido difícilmente puede ser el “refrenar las transgresiones”, porque la ley más bien estimula al corazón a desobedecerla. (Romanos 5:20; Romanos 7:13). hasta que viniese la simiente—Es decir, durante el período que transcurriese hasta que viniese la simiente. La ley fué una dispensación preparatoria para la nación judía (Romanos 5:20; griego, “La ley entró adicional e incidentalmente”), que intervino entre la promesa y el cumplimiento de ella en Cristo. la promesa—(Romanos 4:21). ordenadaGriego, “constituída”, o “dispuesta”. por los ángeles—como los ejecutores instrumentalles de la ley. [Alford]. Dios delegó la ley a los ángeles como si fuese algo severo y ajeno a su carácter (Hechos 7:53; Hebreos 2:2; compárese Deuteronomio 33:2, “Vino con diez mil santos”, es decir, ángeles, Salmo 68:17). El reservó para sí “la promesa”, y la dispensó de acuerdo con su bondad. en la mano de un mediador—Moisés. Deuteronomio 5:5 dice: “Yo estaba entre Jehová y vosotros”; siendo esto lo mismo que una definición de un mediador. Por esto recurre a menudo la frase, “Por la mano de Moisés”. Al ser otorgada la ley, los “ángeles” fueron los representantes de Dios; Moisés, el mediador, representó al pueblo.

20. “Ahora pues, el mediador no puede serlo de una sola persona (sino que tiene que serlo de dos personas entre las cuales él media); pero Dios es uno” (no dos: debido a que su unidad esencial no admite una persona mediadora entre él y aquellos que han de ser bendecidos; sino el Uno Soberano, su propio representante de sí mismo, dando las bendiciones directamente por promesa a Abrahán y, en su cumplimiento, a Cristo, “la simiente”, sin condición nueva, y sin mediador tal como lo tenía la ley). La conclusión sobreentendida es: Por lo tanto, un mediador no puede pertenecer a Dios; y por consiguiente, la ley, con su dependencia inseparable de un mediador, no puede ser la manera normal de tratar con Dios, el único Dios inalterable, que trató con Abrahán por promesa directa, como el soberano, no como uno que forma pacto con otro partido, con condiciones y mediador a él agregados. Dios desearía traer al hombre a la comunión inmediata con él, y no tener al hombre separado de él por un mediador que impida el acceso, como lo hacían Moisés y el sacerdocio legal (Éxodo 19:12, Éxodo 19:17, Éxodo 19:21; Hebreos 12:19). La ley que interponía un mediador y condiciones entre el hombre y Dios, era un estado excepcional limitado a los judíos, y parentéticamente preparatorio para el evangelio que es el modo normal de Dios en tratar con los hombres, así como trató con Abrahán, es decir, cara a cara, directamente; por promesa y gracia, y no con condiciones, dirigiéndose a todas las naciones unidas por fe en una simiente (Efesios 2:14, Efesios 2:16, Efesios 2:18). y no a un pueblo, excluyendo de la comunión con un solo Padre común a todos las demás naciones. No contradice a esta opinión el hecho de que el evangelio también tenga un mediador (1 Timoteo 2:5), porque Jesús no es un mediador que separe las dos partes en el pacto de la promesa y la gracia, como lo hacía Moisés, sino Uno, tanto en su naturaleza como en su función con Dios, y con el hombre (véase “Dios en Cristo”, v. 17); representando a toda la humanidad universal (1 Corintios 15:22, 1 Corintios 15:45, 1 Corintios 15:47), y también llevando en sí “toda la plenitud de la divinidad”. Aun su función como mediador ha de cesar cuando haya sido cumplido su propósito de reconciliar todas las cosas con Dios (1 Corintios 15:24); cuando la unidad de Dios (Malaquías 14:9), como “todas las cosas en todos”, sea plenamente manifestada. Véase Juan 1:17, donde los dos mediadores—Moisés, el mediador que separaba según las condiciones legales, y Jesús, el mediador unificador—son puestos en contraste. Los judíos iniciaban sus cultos recitando la Shemah, que empieza así: “Jehová nuestro Dios es UN Jehová”; palabras que sus rabinos interpretan como enseñanza no sólo de la unidad de Dios, sino de la futura universalidad de su reino sobre la tierra (Sofonías 3:9). Pablo (Romanos 3:30) deduce la misma verdad de la unidad de Dios (véase Efesios 4:4). El, siendo uno, une a todos los creyentes, sin distinción, a sí mismo (vv. 8, 16, 28; Efesios 1:10; Efesios 2:14; comp. Hebreos 2:11) en comunión directa con él. La unidad de Dios comprende la unidad del pueblo de Dios, y también su trato directo con su pueblo sin intervención de mediador.

21. “¿Está la ley (que incluye un mediador) en contra de las promesas de Dios (que no tienen mediador, y que descansan en Dios solo e inmediatamente)? De ninguna manera”. Si la ley … pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley—La ley, como regla impuesta exteriormente, nunca puede comunicar interiormente la vida espiritual a hombres naturalmente muertos en el pecado y cambiar la disposición de ellos. Si la ley hubiese sido capaz de comunicar vida, “verdaderamente (en realidad, y no por una mera fantasía de los legalistas) la justicia habría sido por medio de la ley” (porque donde hay vida, allí la justicia tiene que existir también). Pero la ley no pretende dar vida, y por lo tanto no pretende dar la justicia tampoco; de modo que no hay oposición entre la ley y la promesa. La justicia puede venir sólo por la promesa dada a Abrahán, y por su cumplimiento en el evangelio de la gracia.

22. Mas—Es decir, ya que la ley no puede dar vida, ni justicia. [Alford.] O quizá el “mas” quiere decir: tan lejos está la justicia de provenir de la ley, que es más bien el mismo conocimiento del pecado lo que la ley ofrece. [Bengel]. encerró—bajo condena, como en la cárcel. Véase Isaías 24:22 : “Como se amontonan los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados”. Hermosamente contrastada con “la libertad con la cual Cristo nos libertó”, que es el resultado del evangelio. vv. 7, 9, 25, 26; cap. 5:1; Isaías 61:1. la Escritura—que empezó a ser escrita después del tiempo de la promesa, en el mismo tiempo cuando fué dada la ley. La letra escrita hacía falta para probar permanentemente la desobediencia del hombre al mandamiento de Dios. Por esto dice “la Escritura”, no “la ley” (comp. v. 8). todogriego, género neutro, “el universo, todo el mundo, el hombre, y todo lo que le pertenece.” bajo pecado—(Romanos 3:9, Romanos 3:19; Romanos 11:32). para que la promesala herencia prometida (v. 18). fuese dada—El énfasis está en la expresión “dada”; que tiene la idea de dádiva, don libre; y no alguna cosa ganada por las obras de la ley (Romanos 6:23). a los creyentes por la fe de Jesucristo—a los que tienen fe en Jesucristo.

23. antes que viniese la fe—la fe mencionada en el v. 22, de la cual Cristo es el objeto. estábamos guardados—O sea el efecto de haber sido “encerrados” (v. 22; cap. 4:2; Romanos 7:6). para aquella fe—“teniendo la fe como intento”, etc. De cierta manera, estábamos moralmente obligados a ello, de suerte que no nos quedaba más refugio que la fe. Véase la frase, Salmo 78:50; Margen, 31:8. que había de ser descubierta—en la venida de Cristo.

24. De manera que la ley nuestro ayo—o “tutor”, lit., “pedagogo”. Este término entre los griegos quería decir el fiel siervo encargado del cuidado del varoncito desde la niñez hasta la pubertad, para guardarlo del mal, físico y moral, y acompañarlo en sus deportes y estudios. fué para llevarnos a Cristo—Con quien no estamos más “encerrados” en cárceles, mas somos libres. Los “niños” necesitan semejante tutela (cap. 4:3). para que fuésemos justificados—Más bien, “para que seamos justificados por la fe”; lo que no podía efectuarse mientras no hubiera venido Cristo, el objeto de la fe. Entre tanto, la ley, refrenando exteriormente la propensión pecaminosa que constantemente estaba dando nuevas evidencias de su obstinación—a medida que el conocimiento del poder del principio pecaminoso venía a ser más vivo, y era despertado el sentido de la necesidad tanto del perdón del pecado como de la libertad de su esclavitud—la ley venía a ser un “pedagogo para guiarnos a Cristo”. [Neander]. La ley moral nos enseña cuál es nuestro deber, y por ella aprendemos que somos incapaces de hacerlo. En la ley ceremonial tratamos por medio de los sacrificios de animales de hacer expiación por nuestros pecados en no haber cumplido la ley moral, pero hallamos que las víctimas muertas no hacen satisfacción por los pecados de los hombres vivientes, y que una purificación exterior no limpiará el alma. Por lo tanto, necesitamos de un Sacrificio infinitamente mejor, el antitipo de todos los sacrificios legales. Entregados a la ley judicial, nos damos cuenta de cuán terrible es la suerte que merecemos: y así es como la ley finalmente nos lleva a Cristo, con quien hallamos la justicia y la paz. “¡‘Pecado, pecado’ es la palabra que se oye repetidas veces en el Antiguo Testamento. Si no hubiera resonado al oído allí durante siglos y si no se hubiera grabado en la conciencia, el sonido gozoso, “Gracia, gracia!”, no habría sido el tema del Nuevo Testamento. Este fué el fin de todo el sistema de sacrificios”. [Tholuck.]

25. Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo—Moisés, el legislador, no puede conducirnos al reino celestial, aunque puede llevarnos hasta la frontera del mismo. Allí es reemplazado por Josué, tipo de Jesús, quien conducirá al Israel verdadero a su herencia. La ley nos conduce a Cristo, y allí su función cesa.

26. todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesúsgriego, “al través de la fe”. “Todos” (judíos y gentiles) ya no sois más niños que necesitáis de ayo, sino hijos emancipados que camináis con libertad.

27. los que habéis sido bautizados en Cristo—(Romanos 6:3). de Cristo estáis vestidos—En el mismo acto, al ser bautizados en Cristo, os vestisteis de Cristo: así lo expresa el griego. Cristo es para vosotros la toga virilis (la vestidura romana del varón adulto, tomada cuando uno deja de ser niño). [Bengel]. Gataker define al cristiano: “Uno que se ha vestido de Cristo”. El argumento es: Por el bautismo os habéis vestido de Cristo; y por lo tanto, siendo él Hijo de Dios, vosotros llegáis a ser hijos por adopción, por virtud de la filiación de él por generación. Esto manifiesta que el bautismo, donde responde a su ideal, no es una mera señal hueca, sino un medio de transferencia espiritual: del estado de condenación legal al de unión viva con Cristo, y al estado de filiación por él en relación con Dios (Romanos 13:14). Cristo solo, bautizando con su Espíritu, puede hacer que la gracia interior corresponda con la señal exterior. Pero como él promete la bendición en el fiel uso de los medios, la iglesia correctamente supone, en caridad, que tal es el caso, ya que no hay nada que lo contradiga. [La creencia del autor en este lugar parece muy romanista. No creemos nosotros que el bautismo obre semejante cambio, sino que es sólo un símbolo exterior del cambio ya efectuado por el Espíritu Santo, en el momento que la persona acepta a Cristo por la fe. El creyente llega a ser hijo de Dios, sólo por su fe en Cristo. Luego acepta el bautismo como acto de profesión pública de su fe que ya operó el gran cambio. Nota del Trad.]

28. En este nuevo estado como hijos de Dios por la fe en Cristo, no hay clase privilegiada, como lo habían sido los judíos bajo la ley: una clase superior a los gentiles (Romanos 10:12; 1 Corintios 12:13; Colosenses 3:11). no hay siervo, ni libre—Cristo pertenece igualmente a ambos por la fe; por esto pone “siervo” antes de “libre”. Véanse Notas, 1 Corintios 7:21; Efesios 6:8. no hay varón, ni hembra—No hay distinción entre varón y hembra. La diferencia de sexos no afecta a los privilegios cristianos. Bajo la ley el varón gozaba de grandes privilegios. Sólo en el varón era practicada la circuncisión, como una señal del pacto (en contraste con el bautismo al cual se someten los varones y las mujeres por igual); sólo aquéllos eran capaces de ser reyes y sacerdotes, mientras que ahora los de ambos sexos son “reyes y sacerdotes para Dios” (Apocalipsis 1:6); aquéllos tenían derechos superiores en las herencias. En la resurrección cesará la relación entre los sexos (Lucas 20:35). todos vosotros sois unogriego, “un varón”; masculino, no neutro, “un varón nuevo” en Cristo (Efesios 2:15).

29. y conforme a la promesa los herederos—Los manuscritos más antiguos omiten “y”. Cristo es “simiente de Abraham” (v. 16): vosotros sois “uno en Cristo” (v. 28), y uno con Cristo, habiéndoos vestido de Cristo (v. 27); por lo tanto sois “simiente de Abraham”, lo que es equivalente a decir (de ahí que se omita el “y”), sois “conforme a la promesa los herederos” (no “por la ley”, 18); porque fué a la simiente de Abrahán a quien fué prometida la herencia (v. 16). Así Pablo llega a la misma verdad con la cual empezó (v. 7). No pudo hallarse sino una “simiente” nueva de sucesión justa. Un solo grano perfecto de naturaleza humana, Jesús, fué hallado por Dios mismo, el cual sería la fuente de la nueva simiente imperecedera: “la simiente” (Salmo 22:30), es decir, los creyentes, quienes reciben de Cristo una naturaleza nueva y un nombre nuevo (Génesis 3:15; Isaías 53:10; Juan 12:24). En él la descendencia lineal desde David se extingue. El murió sin dejar posteridad. Pero él vive y reina sobre el trono de David. Nadie tiene derecho legal de sentarse en aquel trono sino Cristo mismo, siendo él el único representante directo viviente (Ezequiel 21:27). Su simiente espiritual deriva su nacimiento del “trabajo del alma” de él, naciendo de nuevo por su palabra, la cual es la simiente incorruptible, (Juan 1:12; Romanos 9:8; 1 Pedro 1:23).

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